He sido afortunado de conocer muchos lugares. Y la vida algunas veces, merece más crédito del que le damos.
Un día conocí una ciudad. Rodeada por el bosque. Construída en base a una vieja manera de ver las cosas. Una cultura que parecía estar ahí antes que la misma gente la daba un resplendor único. Payon es su nombre.
Desde entonces he visitado este lugar incontables veces, y he pasado por muchas historias.
Hace algunos días, decidí regresar. Ya hacía tiempo que no caminaba por las cuevas de Payon. Durante generaciones han sido utilizadas como descanso para los caidos. Desgraciadamente, su descanso no fué eterno debido a la irresponsabilidad de algunas personas. Con el tiempo, ver cuerpos muertos nuevamente de pie se convirtió en algo comun para los lugareños.
Realmente, dada mi experiencia me era sencillo caminar entre estas cuevas, así que decidí aventurarme más adentro.
Tuve la suerte de encontrarme con algunos amigos, quienes había tomado este lugar como zona entrenamiento y a la vez le daban paz a las almas torturadas que rondaban.
SoiFeng, una asesina dedicada que conocí hace tiempo. Fué impresionante cuando la ví por primera vez. Me encontraba comprando un Ice Cream en medio del desierto, cuando detrás de mi varios Sandman aparecieron y se acercaban hacía mi con ninguna intención de saludar. Tuve que tirar mi Ice Cream y me preparé para el combate, pero antes de que llegaran a mi, vi como uno por uno caian al suelo partidos a la mitad. Entonces ella apareció. El resto es historia.
Un asesino más mostraba su presencia. Misterioso y con un orgullo que hasta el día de hoy no he podido comprender. Fué el responsable de una serie de desastres ocurridos en Prontera y recientemente supe que estuvo involucrado en la resurreción de Morroc, pero al tratar de evitarla. Hibike se hacía llamar.
Hace poco conocí a dos jovenes Acolytes. No al mismo tiempo ni en el mismo lugar, pero si con la misma impresión. Wolffang y Emo Christ son dos muchachos con una energía que me atrevería decir que es infinita. Ambos deseosos de conocer el futuro y de estar ya en ese próximo episodio de la vida que apenas se esta planeando.
Formaban un pequeño grupo de combate, pero bastante decente. Cuando me vieron, una rara confiaza apareció en ellos, y me acompañaron casi al final de las cuevas. Casas adornadas una vez con flores, colores y brillo ya hacía cubiertas con polvo, ramas y oscuridad ante mis ojos. No dejaba de preguntarme que pudo haber pasado en este lugar.
Sin darme cuenta, perdí el rastro con mis compañeros y me encontré un viejo templo. Algunas flamas espirituales llamadas Horong rondeaban el lugar, protegiendolo contra los invasores. Grandes y delgados totems de mandera se paraban firmes esperando tener a sus victimas cerca y desprevenidas para dar su golpe.
Extrañamente nada me atacaba, así que seguí caminando hasta que me topé con una jauria de zorros poco comunes. Blancos y con muchas colas y de ojos rojos brillantes. Tomé un pequeño libro y reconocí su descripción. Eran Ninetails, un zorro el cual habia sido poseído por espirítus.
La jauría corrió hacia mi y supuse que no era bienvenido, pero nuevamente, como el resto de las criaturas, se detuvieron y se escondieron entre algunos arbustos. Ignoraba lo que pasaba hasta que me di cuenta de la presencia de alguien más. Una pequeña niña vestida como los zorros ya hacía en uno de los tejados del templo. Me vió, sonrío y salto de forma impresionante. La perdí de vista.
Pensé que era momento de marcharme, así que di media vuelta para regresar a Payon, pero no fuí detenido. Los zorros me rodearon, bloqueando todas mi salidas, y entonces escuche una campana arriba de mí. Sin poder reaccionar, la campana cayó sobre mi encerrandome.
Un terrible dolor se sentía en todo mi cuerpo, y poco a poco sentí que me desvanecía. Debía actuar rapido. Invoque Heaven's Drive para sacudir el suelo y poder escapar. Quedé frente a la niña y los zorros.
Con la mitad de la vida, decidí no tomar riesgos, debía escapar. Antes de poder pensar en una solución, los Ninetails se lanzaron al ataque. Con la ayuda de Quagmire pude congelarlos a todo, pero creo que eso hizo enfurecer a la jovencita, quien corrió desesperadamente hacia mi. Traté de detenerla pero mis hechizos eran inutiles. Solo tenía una salida. En mis viajes, conocí la habilidad de los Swordman llamada Endure, la cual modifica el cuerpo por medio de la mente para no sentir ninguna herida por poco tiempo. Use esta enseñanza en conjunto con mi Magic Coat, para crear una barrera a mi alrededor.
La niña me ataco con su campana gigante, la cual se estrello con mi barrera, produciendo una fricción increible. Traté de contenerla, pero la fricción creo una explosión mágica y fuí lanzado.
Caí al suelo pensando que era mi fin, pero no fue así. SoiFeng e Hibike detenian a la niña mientras los jovenes Acolytes me ayudaban a escapar. Los asesinos no pudieron contenerla mucho tiempo, pero si el suficiente para que todos escaparamos.
Regresé a niveles más seguros de las cuevas, pero el cansancio me venció y quedé dormido junto a un pilar de roca.