[fanfic] † El Invierno del Astado †

Athelmar

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Nota de autor: Para empezar voy a presentarme, buenas supongo que te habrás dado cuenta ya de que éste es mi primer mensaje, eso es porque soy nuevo por aqui, espero que te guste mi fanfic de RO, es una historia (aún no completada) que comenzé a escribir a principios de mayo aunque ya llevaba meses rondando mi cabeza, por aquel entonces publicaba mis capítulos en otro foro pero después de un tiempo este comenzó a morirse y yo me quedé sin lectores, por eso me mudo ahora a Rune-Nifelheim, ¡que mejor sitio que éste! la web que da nombre a uno de los reinos de mi relato y que en esencia me inspiró a escribir y describir mejor aquel lugar al que llamamos Nifelheim y que bajo mi punto de vista es la ambientacion mas interesante que me ofrece el universo de Ragnarok Online... teniendo en cuenta qué es lo que quiero escribir claro.

Aqui les dejo los seis primeros capítulos:






Prólogo

En el lejano oeste donde habita la oscuridad eterna, tumba de tantos aventureros que fueron aquí buscando fortuna, fue ésta siempre una tierra inhóspita y hostil, mas una vez habitaron en este lugar los que se hacen llamar hijos de la Diosa, la grandeza de sus obras aún palpita en el corazón de nuestra tierra, Nifelheim, el Hogar de la Niebla.

¿Cuantas almas han sucumbido a tus garras oh Madre Noche?¿Cuándo aprenderán los orgullosos humanos a no profanar aquello que es sagrado y bello?

En las entrañas del Abismo aún queda la esperanza, el Guardián del Eterno Ciclo pronto regresa.

¡Oh Madre Noche!¡Yo soy tu brazo y espada!¡ Guíame a través de esta oscuridad e ilumíname con la luz de la Providencia! Pues el Sol Negro ha nacido, y ya nada volverá a ser igual.




Aquella era una noche tétrica de cielo despejado, un hombre y su hijo regresaban a casa por un camino que atravesaba un tupido bosque, el niño llevaba una cesta con setas que habían recolectado a lo largo del día.

-Ya verás que bien vamos a cenar esta noche, tu madre dijo que haría algo especial-

El pequeño miró con asco el contenido del cesto, lo cierto es que a él no le gustaban las setas, sólo ir a buscarlas era lo que le entretenía.

-Oye papá, ¿qué es esto?-

Sacó un frasco de la cesta, le quitó la tapa y se puso a beber su contenido.

-¡No te lo bebas suelta eso Gabriel!-

Gritó el padre mientras le quitaba rápidamente el bote.

-¡Es alcohol, los niños no pueden beber alcohol!-

-Papá tengo sed-

-Tu madre me va a matar...-

El camino se hacía largo y cada vez estaba todo más oscuro, lo único que tenían para guiarse era una vieja linterna de gas que no daba más de si. El pequeño Gabriel empezó a ver cosas raras, árboles que susurran y sombras alargadas a medida que la noche les atrapaba.

-Tengo miedo-

-Tranquilo pronto estaremos en casa- dijo su padre que también estaba inquieto y se lamentaba de no haber vuelto antes al pueblo.

Entonces el hombre tuvo un mal presentimiento, miró al cielo y vio su sino en el firmamento, horrible e implacable como la sombra de la parca, se quedó atónito, sus ojos no daban crédito a lo que veía.

-¿Que es lo que pasa papá?- preguntó su hijo preocupado al ver a su padre petrificado.

Un escalofrío recorrió su espalda, trató de hablar, pero las palabras no lograban salir de su boca.

-¿Que estás mirando? ¿Que has visto papá?- Gabriel estaba cada vez mas asustado al ver que su padre no respondía.

-¡Fíjate en el cielo! ¡No hay estrellas!-

El niño no comprendía lo que estaba pasando ni por qué eso era malo.

-¿y cual es el problema?- preguntó.

-¡Corre lo más rápido que puedas, hay que buscar un escondite!-

El hombre cogió a su hijo a hombros y se echó a correr colina abajo hacia el pueblo. Había que ponerse a salvo lo antes posible.

En mitad de la noche, a lo lejos por fin se divisaba la pequeña ciudad, situada al pie de la montaña, se podían ver algunas luces en el interior de las modestas casas que formaban el poblado, se oían las campanas de algún monasterio tañir frenéticamente y había gran histeria colectiva.

Una vez llegaron a la ciudad vieron que la gente se refugiaba en sus casas de madera y cerraban todas las puertas y ventanas a cal y canto, "¡Que, vienen! ¡Que vienen!" chillaban sin parar. Había que encontrar un escondite.

-¡Corre Gabriel, hay que esconderse entre esos matorrales!-

Gritó el padre señalando a unos arbustos que se encontraban a las afueras del poblado.

Y se refugiaron detrás de ellos observando temerosos lo que iba a acontecer.

El silencio era espectral, no se oía nada más que el rumor del viento y el canto de los grillos como antesala del horror que se avecinaba.

Entonces se confirmaron los malos presagios de aquel desgraciado hombre. Lejanos, se oían los cascos de lo que parecía un ejército de mil caballos furiosos acercándose a la ciudad por el camino por el que antes habían venido. Entonces deseó con todas sus fuerzas que la oscuridad de la noche les protegiese y no desvelara su escondite.

El rumor de la estampida era cada vez mayor al igual que el nerviosismo de los pobres campesinos.

Cuál fue su sorpresa al ver que de aquel tenebroso bosque emergía un misterioso carromato de ébano con gran estruendo, remolcado por cuatro caballos negros, escoltado  a su vez por otros cuatro jinetes con pesadas armaduras y capuchas negras que ocultaban su identidad.

Desde donde se encontraban, pudieron observar a los cuatro jinetes que se habían detenido en la plaza central del poblado, frente a la iglesia. Uno de ellos, el más aterrador de todos se bajó de su montura, dio dos pasos al frente, se detuvo pensativo, desenvainó su espada y la puso en alto:

-¡El que ose desafiar a la voluntad de Lord Eldarth que de la cara y pruebe el filo de mi espada!-

Tras un largo silencio se abrió la puerta del monasterio y apareció un cruzado que se plantó delante suya y también desenvainó su espada.

-Yo te desafío- dijo en voz alta.

El caballero le respondió con una sonrisa y mientras el resto de jinetes se reían de él a carcajadas.

-¿Tu vas a derrotarme? Muy bien, acepto tu desafío-.

Se quitó la capucha y pronto los pies del jinete desprendieronn un llamativo y misterioso aura que llenó de una luz amarilla toda la plaza y sus ojos brillaron de igual forma.

-Cuando quieras- le dijo a su adversario mientras le apuntaba con su temible espada.

¡ENDURE!

El cruzado sin demasiada convicción se abalanzó sobre él con todas sus fuerzas, un intento tras otro, trataba de alcanzar a su adversario en los distintos puntos débiles de la armadura, cabeza, costado y la parte posterior de la piernas, pero con suma facilidad el caballero bloqueaba cada uno de sus sablazos.

¡BOWLING BASH!

Y entonces el cruzado se vio obligado a retroceder, el odio que tenía hacia aquella persona era demasiado grande y le había jugado una mala pasada, gastó sus energías inútilmente en aquella ráfaga de mandobles que acabaron estrellándose en el suelo. Pero no podía rendirse, llevaba mucho tiempo esperando aquel momento y no podía fallar, por el bien de los suyos.

Tomó la iniciativa el caballero y levantando su pesada espada cargó con gran ímpetu contra la armadura del cansado cruzado.

¡BREAK ARMOR! De pronto el Zweihander del caballero se tiñó de un intenso color amarillo y golpeó la armadura del cruzado a la altura del esternón.

¡GUARD! En el último segundo el cruzado alzó su escudo y se estrelló la espada en éste llegando a atravesarlo.

Entonces la batalla dio un giro inesperado, el caballero estaba desarmado al tener su espada atrapada en el escudo del cruzado y con todas sus fuerzas trató de liberarla.

Sin desaprovechar su oportunidad, el cruzado agarró la hoja de la Zweihander e invocó un Grand Cross que obligó al caballero a desprenderse de ella.

El jinete estaba enfadado, había subestimado a ese modesto guerrero que le había desarmado y ahora empezaba a estar también nervioso, ¿qué podía hacer ahora? le estaba dejando en evidencia delante de sus hombres y eso le enfurecía. Pero todavía guardaba un as bajo la manga. Aprovechando que estaba indefenso, el cruzado se lanzó contra el caballero dispuesto a asestarle un golpe mortal con su espada.

¡BLINDING SHADOW! exclamó el jinete, y los espíritus malignos de su interior brotaron de su cuerpo, y llenaron la escena con su infinita obscuridad, apagando linternas y antorchas, dejándolo todo a oscuras. Sólo los ojos de los caballeros y sus monturas brillaban misteriosamente en aquella oscuridad total.

Aparentemente no ocurrió nada, pero el cruzado notó cómo perdía sus fuerzas, miró al cielo y no llegó a ver la Luna, entonces comprendió que había sido víctima de un hechizo, fatigado, se puso de rodillas y con dificultad alcanzó a levantar la cabeza lo suficiente como para ver los ojos de su rival, que se encontraba inmóvil, observándole.

-Luchaste bien, pero la realidad es que soy demasiado poderoso para ti, pronto acabaré contigo y tendrás el honor de morir a mis manos-.

Con la moral baja y agotado, el cruzado estuvo cerca de tirar la toalla y aceptar la muerte, pero entonces recordó que debía luchar para defender a su pueblo del tirano, por la gente, y con mucho esfuerzo se reincorporó con la ayuda de su espada.

El caballero, que era el único que podía ver a través de aquella oscuridad, fue hasta donde estaba la Zweihander y la cogió.

-Tu fortaleza es impresionante, muy pocos han resistido esta habilidad tan bien como tú, lástima que tu sufrimiento sea en vano-.

Y con una fuerza impresionante el jinete destrozó la armadura del cruzado con un golpe lateral en el tronco que le hizo caer al suelo de espaldas. Las heridas eran profundas y el pobre cruzado perdía cada vez más y más sangre, sentía su muerte cercana y ya sólo esperaba que acabara con él lo más rápido posible.

Sin apenas tiempo para recuperarse, recibió otro golpe todavía más terrorífico en el brazo derecho desmembrándolo casi por completo.

La niebla negra que cubría la ciudad desapareció, volviendo a estar iluminada y no contento con verle sufrir así, el caballero puso su pie en la cabeza del cruzado que aún seguía vivo estrujándosela contra el suelo y viendo cómo el charco de sangre se hacía cada vez mas y mas grande.

-¿Es que nadie piensa ayudar a este pobre desgraciado?-.

Algunas personas que estaban observando lo que ocurría tímidamente a través de sus ventanas se escondieron cuando oyeron las palabras del jinete.

-Este guerrero da la cara por vosotros y ahora va a morir a causa de vuestra cobardía, sois escoria, él era un hombre valiente y ha luchado con honor. Antes de morir, dime, ¿cuál es tu nombre joven cruzado?- preguntó el jinete.

Entonces el cruzado con un movimiento ágil agarró con su mano ensangrentada el pié del caballero que estaba sobre su cabeza y lo apretó tan fuerte como pudo.

-No hables de mí como si ya estuviera muerto, algún día alguien te derrotará, caerás y la tierra devorará tu carne, y me reiré de tu desgracia, me reiré desde el Valhalla-.

Y el cruzado sin nombre rió de forma macabra, escupiendo sangre y con la mirada perdida, su voz se fue debilitando hasta que paró de reír y perdió el conocimiento.

-¡NO!- exclamó un hombre mayor que salió corriendo desde la iglesia hacia el cuerpo del guerrero y que había estado observando lo ocurrido.

-Por fin das la cara Phineas ¿Has visto lo que le ha pasado a tu hijo? Él me ha desafiado y no he tenido más remedio que darle su merecido- dijo el jinete mientras limpiaba la sangre de su espada.

-Llévate lo que quieras milord, pero por favor deja en paz a mi gente-.

Después de un largo rato en el que estuvo limpiándose la sangre que había salpicado sobre su negra armadura y sus botas, el caballero respondió:

-¡Llevaos a los niños y los objetos de valor!-

De pronto todos los jinetes encapuchados se movilizaron y comenzaron a derribar puertas y a registrar una por una las casas, llevándose con ellos a los niños varones y matando de una estocada a todo aquel que oponía resistencia.

El padre y su hijo, que habían estado observando todo el tiempo desde los matorrales estaban aterrorizados sin saber qué hacer. Su mujer estaba allí y no quería abandonarla.

Pronto la calle se llenó de gente a la fuga intentando poner a sus hijos a salvo y los jinetes se dedicaron a perseguirlos con sus caballos obligándoles a agruparse en la plaza central, matando a aquel que intentase escapar, aquello se convirtió en un terrible derramamiento de sangre.

Una vez todos agrupados fueron seleccionando uno por uno a los niños más fuertes para llevarlos al carruaje donde eran encerrados.

-Milord, ya hemos registrado toda la ciudad ¿nos retiramos?-.

El caballero se detuvo pensativo.

-No, todavía no, creo que alguien me está observando-.

Y acto seguido se dio la vuelta y vio al padre y su hijo entre los matorrales que se habían descuidado al asomar un poco la cabeza.

-Vaya, vaya, que sorpresa ¿Llevabais allí todo el tiempo?- dijo en tono burlón.

Al pobre hombre se le secó la garganta y se agachó deseando con todas sus fuerzas que no le hubiera descubierto, pues estaba bastante lejos y no podía oírles hablar.

-Gabriel, a partir de ahora, pase lo que pase no levantes la cabeza ¿entendido?-.

Éste asintió con la cabeza y estaba muy asustado.

-Papá no quiero que me lleven-.

-Tranquilo, todo saldrá bien-.

Entonces el caballero ya estaba bastante cerca y sorprendiendo por la espalda a aquél hombre, le agarró por el cuello y lo apartó varios metros a un lado, dejando al descubierto al pequeño Gabriel.

-Ven conmigo joven y juntos conseguiremos grandes cosas-.

-¡No déjale en paz es solo un crío!- gritó el padre que se encontraba en el suelo.

Pero de nada sirvieron las suplicas de éste, la mirada del jinete hechizó a Gabriel y este vino por su propio pie hacia él y se metió en el carruaje.

-Eso es, eres un niño obediente.

El padre estaba destrozado, debieron huir cuando tuvieron la oportunidad, se sentía impotente, lo había perdido todo y ya no tenía ganas de vivir, tan sólo quería recuperar a su hijo y vivir tranquilo sin complicaciones, ahora tan sólo quedaba llorar.

-¿Deberíamos marcharnos ahora milord?- preguntó uno de los jinetes.

-No, aún queda algo más que debo hacer-.

El temible caballero se giró y contempló por última vez el cuerpo del cruzado tendido en el suelo, había gente alrededor de él limpiándole las heridas y llorando su pérdida. Entonces ocurrió el milagro, el cruzado resurgió de sus cenizas, abrió los ojos e intento levantarse, fallando estrepitosamente, seguía vivo después de todo.

Pero el caballero, enfurecido por la gran fortaleza física de su adversario se acercó a él, sacó un cuchillo, le agujereó los talones y pasó una cuerda por ellos atándola luego a su Nightmare. Miró a la luna y anunció:

-Mañana será ahorcado en lo alto de la colina...si sobrevive a la noche-.

Y así se consumó su venganza, en lo alto de la colina, se encuentra el cadalso del indomable cruzado, visible a la luz de la luna para todos los habitantes de esta ciudad maldita, les recuerda su terrible destino, una ley de terror, pagad el tributo de vuestras almas, o una noche sin estrellas los jinetes volverán del abismo, nadie escapa ante la mirada del Caballero Sin Sombra.

« Última modificación: 06 de Febrero de 2009, 20:22 por Athelmar »


Crossheart

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Me gusto el cambio que hiciste de narrativa tipo teatro (dialogos) a tipo prosa (con guiones)

Y el uso que diste a als skills, tambien em gustó...

Eso me recuerda que hace un mes que no le ha avanzado nada a mi fanfic, apenas llevo 2 capitulos completos, y el tercero a medias...




Athelmar

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Me acabo de dar cuenta de que no me caben los seis capitulos en el mismo post ¿Importa si pongo cada uno en un post? XD


Capítulo I: Ave Caesar morituri te salutant


Personajes:

- Azherald Gabrandt
   - Athelmar Gabrandt
 - Veyron Volengrad



No hay hombre medianamente adinerado en Prontera que nunca haya visitado el Coliseo, allí cada mes aventureros anónimos buscan en un combate casi a muerte dinero, fama o simplemente una experiencia que no pueden conseguir en ninguna otra parte: medirse cara a cara con los más fuertes, ágiles, resistentes y poderosos guerreros y magos venidos de todas partes del mundo conocido.

 A diferencia de Izlude, el Coliseo de Prontera se encuentra en un gran anfiteatro subterráneo, con un complejo sistema de ventilación y luces por todas partes para mantenerlo iluminado. Su gran cúpula y los numerosos contrafuertes aseguran que el suelo situado sobre él se mantenga firme y con unas vidrieras la luz entra desde arriba iluminando el terreno de combate.

 En el palco situado entre las dos gradas se encontraba un prestigioso magistrado del reino de Rune-Midgard, Azherald Gabrandt, junto con su hijo Athelmar, sentado en una mesa desde donde se podía contemplar la arena. Azherald daba vueltas alrededor de la sala pensativo, esperando a que llegase el hombre que le había invitado aquella tarde a visitar el coliseo. Debía tomar una decisión importante aquel día.

Maese Azherald era un hombre conocido en Prontera, antaño había luchado junto a Tristán III en las campañas del oeste contra orcos y demonios, lo que había logrado a lo largo de su carrera militar era difícilmente alcanzable por otros, sus victorias como comandante bien podrían haberle hecho rico y hacerle entrar en la más alta aristocracia pero siempre ha sido admirado por muchos y humilde como pocos, mientras sus compañeros de armas se enriquecían adjudicándose méritos que no les correspondían Azherald se mantuvo siempre al margen con una vida tranquila y sencilla, quizás siempre fue un ingenuo, quizás acabó derramando su talento y virtudes por el sumidero.

Él era un hombre alto y corpulento, nacido en Aldebaran e hijo de un relojero y una secretaria del servicio kafra, de muy joven vino a Prontera con el sueño de convertirse en caballero y lo consiguió gracias a su fortaleza física, y poco a poco, y con un poco de suerte fue subiendo de rango haciendo muchos amigos y enemigos por el camino, amasando al final una respetable fortuna. Tenía el pelo rubio con algunas canas por la edad y una perilla. Sus ojos eran de color azul claro, algo común en su región natal y tenía una fea cicatriz en la cara que cortaba en diagonal el puente de la nariz.

Pese a que era un soldado retirado, su interés por las leyes le granjearon un cargo de comisario real, ahora ejercía de juez supremo y se encargaba de poner orden en el reino arrestando a delincuentes y sofocando revueltas.

Un sonido le sacó de su ensimismamiento cuando daba vueltas alrededor del palco, eran las trompetas que anunciaban que el combate iba a empezar seguido del griterío de la gente que había venido a ver el espectáculo.

Athelmar: ¡Ven papá te lo vas a perder!

Azherald: Ya voy, ya voy.

El padre se sentó en el palco dispuesto a presenciar la lucha junto a su hijo, a él no le gusta venir al coliseo, ni tampoco a su mujer que no quiso venir. Estaba allí por otra razón.
Y tan pronto como bardos y bailarinas abandonaron el coliseo, el techo del mismo se cerró con unas compuertas dejándolo todo iluminado por las luces repartidas por todo el recinto.

Entonces un hombre vestido de gala entró en el terreno de lucha y gracias a un hechizo se iluminó entre la oscuridad general y todos los espectadores pudieron escuchar las palabras que pronunció después.

-   ¡Señoras y señores buenas tardes y bienvenidos a la Arena! -.

En ese momento el griterío era ensordecedor.

-   ¡Una vez más, los más valientes y poderosos aventureros se dan cita en Prontera para que podamos contemplar sus asombrosas cualidades, derramando su sangre si hace falta!-.
-   ¡Y ahora sin mas preámbulos que comience el combate!-.

Nuevamente el furor del público se hizo notar y los ascensores del complejo se pusieron en marcha para traer a la superficie a los primeros luchadores. El primer combate era entre un stalker y un sniper que ya estaban preparados en sus ascensores. Una vez arriba permanecieron detrás de una reja esperando a que se diera la señal y empezara el combate. Entonces sonaron las trompetas y se abrieron las compuertas, la cacería había comenzado.

Ambos adversarios salieron disparados a cubrirse entre los distintos elementos del escenario que se habían colocado con tal propósito y a cargar sus arcos para abatir a su rival.

El sniper fue el más veloz y se lanzó contra el stalker arrojándole una espectacular lluvia de flechas por encima del muro en perpendicular pero sin embargo no le alcanzo.

En fracciones de segundo el stalker apareció detrás suya.

FULL DIVESTMENT!!!

Y el sniper cayó desarmado delante de él.

Con su contrincante desarmado, el stalker se dispuso a darle el golpe final.

DOUBLE STRAFE!!!

Pero antes de poder disparar su arco el sniper le apuñaló en el costado con un cuchillo que llevaba escondido y con un puñetazo hizo retroceder al sorprendido stalker. Entonces volvió a desaparecer delante de sus narices.

Ahora el stalker se lamentaba de haberse confiado demasiado cuando lo tenía a merced y ya se preparaba para el siguiente ataque escondido detrás de otro muro.

Pero esta vez el stalker no logró ocultarse por mucho tiempo y fue descubierto por el halcón del sniper.

FALCON ASSAULT!!!

El halcón fue a por él con las garras por delante, el stalker intentó huir pero le alcanzó y le hirió gravemente.

Árbitro: ¡El combate ha terminado, el ganador es Zauriel el francotirador!

Entonces se llevaron el cuerpo del vencido a la enfermería para ser atendido. Aunque antaño los combates eran a muerte, esa vieja costumbre se abolió décadas atrás, al menos de manera simbólica, sobre la arena uno siempre intenta matar al otro al límite del reglamento y de la ética hasta que el árbitro dice basta, no es raro que de vez en cuando alguien muera, sobretodo cuando los contrincantes tienen una gran diferencia de nivel.

En ese momento una persona entró en el palco de los Gabrandt.

Veyron: Buenas tardes, siento no haber podido llegar antes-.

Azherald: ¡Cuánto tiempo amigo!

Veyron era un viejo compañero de Azherald, se conocen desde la niñez y siempre han sido muy amigos, siempre combatieron juntos allá donde les destinaban superando todas las dificultades que se les presentaban, en una ocasión sobrevivieron en el bosque de Umbala una semana resistiendo numerosos ataques de tribus wootan tras la derrota de Sinapa-Momgur hasta que fueron rescatados. Veyron era un hombre fuerte y alto, unos años más joven que Azherald aunque no tan robusto como él. Tenía el pelo negro y corto, la cara alargada, con un pequeño hoyuelo en la barbilla, la nariz rota, las bolsas de los ojos claras y unos ojos rasgados y serenos.

Veyron: Ven conmigo.

Ambos se dieron un abrazo, salieron del palco y entraron de nuevo en la sala dejando al pequeño Athelmar disfrutando del espectáculo. Se sentaron en una mesa desde donde podían vigilar a Athelmar a través del cristal y se pusieron a hablar.

Veyron: Te voy a ser claro, ésta puede ser la oportunidad que esperábamos, hay mucho dinero de por medio. Si sale bien se acabarán todos nuestros problemas y sé que eres el hombre perfecto para hacerlo.

Azherald: Dime de qué se trata.

Veyron: Nuestra misión es acabar con los disturbios en Rune-Nifelheim, tengo entendido que está apunto de estallar una guerra civil por parte de una secta fanática militar que pretende expulsar a los Midgarienses de Nifelheim. No sabemos la magnitud de sus fuerzas, pero sí que la estabilidad del país pende de un hilo ya que los principales líderes Rune están siendo asesinados por parte de los integrantes de esta secta. Debemos acabar con los rebeldes y acudir a la defensa de la ciudad de Nifelheim.

Azherald: ¿Tan fuerte es esa secta que es capaz de derrotar al ejército imperial?

Veyron: Todavía no, pero cada vez tienen más adeptos y están dirigidos por una cúpula de hombres muy poderosos en el país a los que les interesa que Nifelheim deje de formar parte del imperio. Y no podemos perderlo porque es una fuente importantísima de ingresos.

Azherald: ¿Por qué no envían a un ejército imperial a defender Nifelheim?

Veyron: Todos los ejércitos se encuentran ahora mismo desacuartelados y se tardaría demasiado en reunir a una legión para antes de esta primavera. Se necesita un ejército experimentado y rápido, por eso nos quieren a nosotros para la misión.

Azherald: No sé si voy a aceptar, no quiero estar lejos de mi familia y si me pasara algo jamás me lo perdonaría. Además, ya no soy el que era, no sé si podré volver a luchar.

Veyron: ¡Claro que puedes! ¡Eres el mejor guerrero que jamás he conocido, nadie maneja la espada mejor que tú!

Azherald: Venga hombre no exageres, ya no tengo la agilidad de antes y me canso mucho más, que no soy un chaval.

Veyron: Pero eso es lo de menos, a los de arriba les gusta tu habilidad para el mando y la diplomacia.

Azherald: Además estás casado y tienes un hijo ¿no te importaría tener que dejarles y que sufran por ti en tu ausencia?

Entonces Veyron miró a través del cristal y se mantuvieron en silencio durante un largo rato.

Veyron: Puede que después de esto no tengamos otra ocasión para volver a luchar juntos nunca mas. Te harás viejo y tu espalda ya no soportará ninguna armadura, no podrás volver a cortar el viento con tu espada y la gente no recordará a aquel hombre que vino del norte y que tanto luchó por ellos.

Azherald: Pero veré a mi hijo crecer y envejeceré como todo el mundo en esta vida ¡y deja ya de halagarme que cansino eres!

Veyron se rió y le dio una palmada en el hombro

Veyron: Es verdad ¡Pero si eres ya todo un abuelete, joder si hasta he oído tu cuerpo chirriar cuando te has sentado!

Azherald: ¡Cállate aún puedo darte una paliza!

Veyron: Lo más que podrías hacerme es rozarme con el bastón, abuelo.

Azherald: Sé que no lo dices de verdad, sabes que en un combate real no durarías ni dos minutos contra mí.

Veyron: Déjalo ya. En definitiva, ésta es tu última oportunidad para entrar en la alta sociedad y obtener el reconocimiento que mereces, si no aprovechas esta ocasión serás un aburrido funcionario el resto de tu vida.

Azherald: No está tan mal, me pagan bien, además me viene de familia.

Veyron: Está bien, te diré la verdad, acércate.

Azherald, extrañado puso los codos sobre la mesa y se acercó a él, y Veyron miró al resto de personas que habían en la sala para asegurarse de que no podían escuchar la conversación.

Veyron: La verdadera razón por la que quieren que te hagas cargo de ésta misión tan importante es…

Azherald se acercó más todavía y giró la cabeza para que le susurrara al oído.

Veyron: …se sospecha que hay una conspiración aquí, en Prontera, y el Rey no confía ni en sus propios hombres. No te puedo contar mucho más, tan sólo que somos los únicos en los que Tristán puede confiar plenamente en estos momentos. No hay nadie más, Niffelheim está pidiendo a gritos refuerzos, y somos su última esperanza.

Azherald: ¿Por qué no me lo has dicho antes?

Veyron: Es un asunto muy delicado, no esperaba tener que decírtelo aquí. Por lo que sabemos el Rey tiene muchos enemigos, más de los que te imaginas.

Azherald: Esto sí que no me lo esperaba, me has cogido completamente por sorpresa.

Veyron: ¿Entonces estás conmigo o no?

Azherald: No sé, me lo tengo que pensar con calma.

Veyron: Bueno te dejo con tus pensamientos, tengo que saludar a alguien.

Veyron recogió su chaqueta y abandonó la sala haciendo ruido con sus botas al pisar el resplandeciente suelo del restaurante. Mientras tanto, Azherald meditaba mirando a través del cristal, con los pies estirados debajo de la mesa.

Se encontraba ante una decisión importante ¿qué debía hacer cumplir con su deber o permanecer junto a su familia? Sabía que tomara la decisión que tomara tendría que asumir riesgos ¿involucrarse en una guerra y morir sin ver crecer a tu hijo o permanecer junto a tu mujer y vivir una vida tranquila?

Mientras tanto, Athelmar había entrado en la sala sin que se diera cuenta.

Athelmar: Papá, papá, te lo vas a perder.

Azherald: ¿El que?

Athelmar: ¡El combate, dos asesinos muy fuertes están peleando! ¡Tienes que verlo!

Azherald: No, venga nos vamos a casa- Dijo Azherald mientras se levantaba de la mesa.

Athelmar: ¡No quiero! ¡Tienes que verlo! ¡Tienes que verlo!- decía Athelmar tirando a su padre del brazo.

Azherald: Que no, que nos vamos a casa.

Athelmar: ¡Pues no sabes lo que te pierdes! ¡Tienes que verlo!

Azherald: Bueno vale pero sólo un rato y luego nos vamos.

Una vez más volvieron a entrar en el palco para ver la lucha y nada más abrir la puerta el alboroto de la arena les envolvió.



Puede que después de esto no tengamos otra ocasión para volver a luchar juntos nunca mas...
« Última modificación: 05 de Enero de 2009, 00:27 por Athelmar »


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Capítulo II: Los viejos soldados nunca mueren


Era una mañana fría y el Sol brillaba con poca fuerza cuando Azherald y Veyron se encontraron en la plaza de Odín. La noche anterior se habían entrevistado con el Rey Tristán, casi con total secretismo. El Rey explicó la gravedad de la situación y le hizo ver que confiaba plenamente en él, si por algo destacaba Azherald por encima de los demás era que daría su vida sin pensárselo dos veces por el Rey Tristán, a quien admiraba profundamente y que en otras ocasiones había sido quien le entregó trofeos y medallas en persona.

“Perderemos Niffelheim y la Gruta del Eco1 si no hacemos algo para impedirlo” esa frase se grabó en la mente de Azherald y acudía recurrentemente a sus pensamientos cuando necesitaba recordarse a si mismo por qué debía emprender ese viaje, a Azherald se le conocía por su gran sentido del deber pero desde que tiene familia sus principios han cambiado.

Pero debía hacerlo…

-Buenos días Azherald- saludó Veyron. Estaba protegido por una vieja y brillante armadura con la que hacía mucho tiempo que no le veía, el cabello negro como el carbón le caía en la cara por culpa de los latigazos del viento.

Azherald miró a su derecha, frente a la fuente cientos de curtidos guerreros poblaban la plaza esperándole, vio entre ellos muchas caras conocidas, caras de viejos compañeros de armas castigados por las cicatrices, gente valiente, hermanos de sangre que seguirían a su capitán hasta las mismísimas entrañas del infierno, hiciese calor o frío, granizara o nevase, al pensar en ello se le saltaron las lágrimas, así de fuerte era el vínculo que tenían entre ellos.

-Estamos todos aquí, no ha faltado nadie a la llamada- Explicó Veyron.

Azherald asintió en señal de aprobación y con gran parsimonia se dio la vuelta y vio a su mujer Aylett… y al pequeño Athelmar agarrando su mano, se agachó delante de él, le agarró por hombros y le miró fijamente a los ojos durante un largo rato sin saber que decir. Azherald estaba realmente triste, y se le notaba en la mirada, con los ojos brillantes y abiertos como platos.

-Athelmar, sabes que no se me dan muy bien estas cosas… tu papá tiene que irse a cumplir con su deber, no me verás en un par de meses o quizá un poco mas hasta que llegue la primavera -si se era muy optimista-.

Athelmar hizo un esfuerzo por no parecer blando delante de todos aquellos duros soldados pero por dentro sentía una gran pena porque sabía que su padre se iba a luchar en una guerra y que eso era muy peligroso, era desgarradoramente probable que no volviera con vida.

-Prométeme que volverás antes de mi cumpleaños-.

Azherald se mantuvo en silencio un largo rato, pensativo, porque él le daba mucha importancia a las promesas y nunca rompía una… y Athelmar lo sabía.

-Te prometo que estaré aquí el día de tu cumpleaños-.

Su voz sonó firme y segura, Athelmar se sintió entonces mas aliviado.

-Y algún día serás un caballero magnífico, seguro, y yo me sentiré orgulloso de ti- tras decir esto Azherald se levanto y dirigió la mirada a su mujer, a la que le dio un beso.

-Sé que es duro para ti cariño, y también para mí, porque os voy a echar mucho de menos-.

-Y nosotros a ti- contesto Aylett apunto de llorar.

Azherald extendió lentamente los brazos, esperando un abrazo y Athelmar se abalanzó sobre él, cogiéndole éste en brazos.

-¡Madre mia como pesas campeón!-.

Azherald sonrió mientras invitaba con la mirada a su mujer, ésta le devolvió la sonrisa y los tres se fundieron en un abrazo. Azherald era realmente grande, su cuerpo envolvía a los dos.

Cuando al final se soltaron Azherald volvió a donde se encontraba Veyron, que se despedía también de su mujer y su hijo, que tenía dos años menos que Athelmar.

-Es hora de marcharse-.

-Lo se-.

Ambos se montaron en sus pecos, el de Azherald tenía las plumas amarillas y púrpuras y el de Veyron era completamente gris, con plumas rojas en el perfil de las alas y la parte de detrás de la cabeza. Los dos pecos tenían algunas plumas grises, pues a los pecos también les salen canas y ambos tenían más de sesenta años.2

Con sus pecos se pusieron a la cabeza del ejército y lideraron la procesión hasta las afueras de Prontera, donde aguardaban los demás pecos de guerra.

Aylett y Athelmar contemplaron todo el rato cómo se alejaban hasta desaparecer, pero Athelmar estaba tranquilo.

-¿Mama crees que papa es fuerte?- Athelmar giró la cabeza y se dio cuenta de que su madre estaba llorando, con los ojos clavados en el horizonte, y entonces pensó en qué decir para consolarla.

-No te preocupes, volverá. Me lo ha prometido-.




1. La Gruta del Eco es la mayor mina de emperium del mundo, una fuente importantísima de dinero sin la cual Rune-Midgard no se podría permitir pagar ningun ejército.

2. Un pecopeco tan sólo vive 120 años, sin embargo la montura de un guerrero no suele vivir más de 30, y si logra sobrevivir quizá llegue a los 90.



Athelmar

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Capítulo III: Irongrave y sus cáscaras de nuez


El viaje hasta Geffen fue rápido y tranquilo. Tuvieron que acampar en la isla un par de días, pues los barcos que debían llevarles hasta Niffelheim aún no habían arribado en el puerto. Aquellos dos días de inflexión sirvieron para poner a punto a la tropa, no faltaron tertulias nocturnas ni torneos de tiro con arco en los que el mismo Azherald llegó a quedar tercero.

La noche del segundo día siete barcos mercenarios de la República de Swarchzwald atracaron en el puerto, seis de ellos medían 40 metros de eslora y 10 metros de manga y el más grande de todos tenía un enorme castillo en la popa que desafiaba las leyes de la física y más de 80 cañones, 50 metros de eslora y 15 de manga, además estaba profusamente decorado y con las luces de la cubierta parecía flotar por encima del agua como un barco fantasma.

-¡Ya hemos llegado mi capitán!- Informó un marinero desde la puerta.

-¡Baja la voz imbécil! ¿No ves que estaba durmiendo?- Exclamó una voz ronca desde la oscuridad.

-Lo siento señor- se disculpó el marinero, esta vez con un tono de voz mas bajo.

-Cierra la puerta para que me pueda vestir-.

El Capitán del navío se levantó de su cama, encendió una lámpara de gas y comenzó su ritual: sacó una casaca color rojo bermellón ribeteada en oro del armario y se la puso sobre su camisa blanca (es en realidad lo último que se debe hacer), luego se abrochó los pantalones blancos, se calzó las botas y se plantó delante del espejo para contemplarse mientras se abrochaba las mangas.

El almirante Vayne Irongrave era un hombre de mediana estatura, de pelo ondulado y castaño y piel clara, su edad debía rondar los 35 aunque aparentaba tener menos, a menos que uno se acercara lo suficiente como para distinguir las patas de gallo que nacían de sus ojos, como Vayne hacía en ese momento delante del espejo.

Una vez hubo terminado de vestirse el almirante salió a la cubierta de la fragata donde algunos de sus hombres le esperaban para encontrarse con los midgarienses.

-Suba mi capitán- dijo uno de los marineros que sujetaba a un peco invitándole a montar.

Tras una corta travesía los marineros llegaron al campamento de los midgarienses donde tuvieron que esperar a que alguien despertase a Azherald. Éste llegó al cabo de unos minutos seguido de Veyron y algunos de sus hombres, hacía frío y calaba en los huesos.

-Buenas noches capitán, soy el general Gabrandt - Vayne que estaba distraído se levantó como un resorte y se apresuró a presentarse también.

-Saludos general, soy el almirante Vayne Irongrave-.

-¿Hace cuanto habéis llegado?-.

-Ahora mismo señor, seis carabelas y una fragata esperan en el puerto-.

-Perfecto entonces, mañana mismo partiremos-.

-No sin que antes recibamos nuestra paga- el tono de Vayne sonó algo desagradable.

-Se os pagará cuando ya estemos montados en el barco- contestó Azherald con una sonrisa y asintiendo con la cabeza de modo tajante.

-Buenas noches almirante-.

-Buenas noches-.

A la mañana siguiente se desmontó el campamento y se prepararon los barcos para finalmente zarpar a mediodía una vez que el viento hubo amainado. Al anochecer ya estaban en mar abierto.

Esa noche Azherald no podía dormir así que salió a la cubierta y se arrimó a la barandilla para ver la estela que el barco dejaba tras de sí.

-¿Qué te pasa? Pareces mareado- dijo Veyron.

Veyron se acercó, se puso a su lado y comprobó que, en efecto Azherald no tenía muy buena cara.

-Lo paso muy mal en los barcos-.

-No será un viaje muy largo-.

-Me pregunto cómo harán para mantenerse todos unidos-.

Veyron entendió que se refería a los barcos.

-Desde luego que con esta oscuridad es fácil perderse pero supongo que yendo todos en línea si uno se desvía debería cruzarse con el de al lado por lo que podría… ¿eh? ¿Que haces?- Azherald acababa de vomitar sobre el timón.

-Antes de llegar a Alandria visitaremos al oráculo en el faro de Arienweld- Dijo Azherald limpiándose con la manga.

Veyron se mostró sorprendido por el cambio de planes.

-¿Por qué no me lo has dicho antes?-.

-No sabemos nada del enemigo al que nos enfrentamos - Azherald hizo como si no le oyera.- ¿Una secta religiosa? ¿Qué es lo que se proponen? El oráculo es el hombre más sabio que existe en el mundo, antes de comenzar me gustaría escuchar lo que me tenga que decir-.

-No sé si lograremos averiguar algo antes de llegar a Rune-Niffelheim-.

-Tú me dijiste que gente importante en Niffelheim estaba siendo asesinada ¿Por quienes y por qué?-.

-No lo sé, pero está claro que quieren hacerse con el control del país-.

-¿Quiénes han sido hasta ahora las víctimas de esa secta?-.

Veyron alzó la vista al cielo y cruzó los brazos.

-Nobles, terratenientes, también gobernadores midgarienses, después de que la familia real fuese asesinada Nifelheim depende de Prontera.

-Esto es problemático…-.

-¿Por qué?-.

-¿Te das cuenta? No conocemos a nuestro enemigo…-.

Ambos se quedaron con la mirada perdida en el horizonte durante un buen rato.

-¿Sabes qué?- Dijo Veyron mientras se iba hacia su camarote- Tienes razón.

« Última modificación: 11 de Septiembre de 2008, 09:51 por Athelmar »


Athelmar

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Capítulo IV: Estrella de la Noche


El viaje hasta Arienweld fue un viaje agitado, a medida que se adentraban más y más en el Gran Océano las aguas eran cada vez más turbulentas. Vayne explicó que las tormentas eran algo normal en aquella época del año, así siguió el temporal, in crescendo hasta que por fin tras dos días difíciles ya podían divisar la luz del faro a pesar de la fuerte lluvia y rectificaron el rumbo. Aunque aún quedaban dos días para llegar a la isla los rayos que caían ocasionalmente esbozaban la silueta de la inmensa torre durante un instante sobre el fondo negro de la tormenta, lo suficiente para dejar sin aliento a los marineros que se arremolinaban en la proa esperando a recibir un rayo con gritos y silbidos de euforia.

-¿A que viene todo este jaleo?- preguntó Azherald mientras se acercaba al grupo de jóvenes que observaba la tormenta, alzaba la voz para hacerse oír con todo el ruido del viento, la lluvia y el barco rompiendo las olas.

De pronto se oyó el estruendo de un rayo y volvieron los gritos, los silbidos y las palmadas, pero Azherald se lo perdió y seguía sin comprender lo que pasaba.

-¿¡Que ha pasado!?- preguntó apoyando su mano sobre el hombro de un marinero.

-¡Mira, mira!- le gritó al oído señalando al negro horizonte-¡Estate atento!

Azherald miró adonde le había señalado un buen rato sin ver nada, como vio que los demás también lo hacían decidió esperar un poco más, a ver si ocurría algo pero nada de nada. Pero justo cuando fue a abrir la boca vio un enorme haz de luz descendiendo del cielo, parecía como si el cosmos se hubiera partido en dos, el descomunal rayo iluminó las nubes que habían sobre el faro, así como se reflejó sobre las ventanas y mostró la silueta del mismo, dejando ver sus enormes dimensiones para caer luego fulminando el horizonte.

Abrió la boca para soltar un grito de asombro pero un atronador sonido le silenció por completo, Azherald nunca antes había visto un rayo y ver aquello le provocó una descarga de adrenalina.

-¿¡Por qué todos los rayos caen sobre la torre!?-.

-¡No lo sé!-.

Tras dos días en los que casi no pudieron dormir por fin podían ver la isla entera, el escarpado acantilado sobre el que el faro se asentaba que antes permanecía oculto. Al estar tan cerca, la gigantesca torre les hacía sentir realmente insignificantes, Azherald calculó que llegarían en medio día, aunque había perdido completamente la noción del tiempo con tanta oscuridad y tan poca siesta. Desde la posición en la que estaban si uno levantaba la cabeza podía darse cuenta de la naturaleza de aquella tormenta tan monstruosa, las nubes se elevaban por encima de la torre y giraban en torno a ella en una holgada espiral descendiendo sin llegar a tocarla en ningún momento, parecía como si la torre tuviera alguna especie de aura impenetrable.

También la forma del faro era apreciable, se alzaba sobre el suelo con una planta que debía ser hexagonal o quizás octogonal y puede que se alzara 400 metros o más sobre el nivel del mar. Aunque lo pareciese, no era perfectamente vertical y las paredes estaban inclinadas para aguantar mejor el enorme peso de la torre. Esta estaba dividida en cuatro bloques, cada uno más estrecho que el anterior y entre cada uno de ellos había un mirador al que probablemente se podía acceder. La base era el bloque mas ancho y tenía la forma de un prisma de base cuadrada con las esquinas recortadas, los demás bloques tenían cada vez más lados hasta llegar a arriba del todo donde dentro de una enorme sala protegida por ocho cristales una fuente de luz desconocida era reflejada por un gran espejo hasta cada rincón del Gran Océano. Pero la torre no acababa ahí, porque encima del faro propiamente dicho se hallaban tres o cuatro pisos más, cosa que se podía adivinar por las relucientes ventanas que asomaban a lo largo del enriscado tejado de forma cónica hasta acabar en una dilatada antena que hacía de pararrayos.

Ahora estaban peligrosamente cerca de los acantilados así que el almirante dio la orden de girar 60 grados a estribor temiendo que la fuerte corriente les empujara hacia las rocas.
De este modo los 7 barcos que componían la expedición se encontraban en línea uno detrás del otro y rodeaban la pared del acantilado buscando la entrada a un supuesto puerto natural que se debía encontrar en alguna parte.

La corriente les arrastraba cada vez más y más hacia las afiladas rocas y ninguno de los marineros con la luces de sus lámparas lograba hallar la entrada al puerto por ningún sitio. Ahora ya no había marcha atrás, estaban totalmente a merced de la corriente en una espiral que amenazaba con hacerles naufragar, y no podrían de ninguna forma salir de ella.

¡VAMOS A NAUFRAGAR!- Gritó un marinero histérico en el Irongrave (el galeón donde van el almirante y Azherald).

En el ir y venir de las olas éstas habían dejado al descubierto un afilado roque de piedra justo delante del barco para desgracia de los que iban en él. Pronto se armó un gran alboroto en la cubierta, todos se agarraron a la parte derecha del barco en un desesperado intento por retomar el control.

El barco rozó el roque arañando la parte izquierda del casco provocando un sonido muy grave y profundo y una fuerte sacudida.

-¡TENEMOS UNA FUGA!- Informó un marinero que había ido a comprobar los daños.

-¡MIERDA!- Se quejó Irongrave, que por cierto había perdido su tricornio.

Irongrave echó un vistazo hacia el frente buscando en la oscuridad al barco que iba delante y dirigía a todos los demás, sabría que estaba allí por la luz que llevan todos los barcos colgada detrás del castillo,  pero no vio ninguna luz, había desaparecido.

-¡Hemos perdido de vista al Ingolstadt!-.

Sus ojos no daban crédito a lo que veía, hacía un minuto el Ingolstadt estaba delante de ellos y desapareció como por arte de magia.

Ahora los barcos se encontraban ya realmente cerca de las paredes del acantilado, tan cerca que la sombra del barco provocada por las luces en la cubierta se proyectaba en él. Tras dar casi una vuelta completa a la isla comenzaba a brotar la idea de que no había ningún puerto en realidad, eso significaría la muerte, pero nadie quería pensar en ello. El impacto era inminente.

Ahora ya no había nada que pudieran hacer, Vayne ordenó que nadie permaneciese en la cubierta y que se prepararan para el golpe. Todo el mundo bajó a los camarotes e intentaron agarrarse a los marcos que había entre las puertas y se miraban unos a otros con ojos desorbitados y con caras de terror. A lo largo y ancho de cada uno de los pasillos que conformaban el barco tan sólo reinaba el silencio, puro y agobiante silencio. Lo único que se movía en aquella macabra escena era una lámpara de lienzo colgada del techo, que bailaba de un lado a otro emitiendo un chirrido cada vez que cambiaba de sentido.

Pasaban los segundos como si fueran minutos, el tiempo pasaba tan lento que daba la impresión de haberse congelado. Azherald se encontraba con la cabeza apoyada en una pared y se agarraba con todas sus fuerzas a una barandilla. Pasada la angustia inicial ahora era capaz de disfrutar con resignación de aquel silencio y concentraba toda su atención en escuchar con los ojos cerrados el sonido del agua caer rítmicamente por una gotera en algún sitio. Entonces comenzó a tararear una canción lo más bajo que pudo:

Estrella, estrella ¿Dónde vas? ¿Por qué tienes que partir?
No sabes lo que encontrarás, el peligro siempre estará ahí,
¿No temes perderte en el cielo azul? ¿Es que ya no puedes volver?
Estés donde estés yo te encontrare, Pase lo que pase yo estaré allí,
Y en mi noche más oscura brillarás por mí.


Era lo que su mujer solía cantarle a Athelmar cuando era pequeño para hacerle dormir, él la escuchaba desde el dormitorio mientras miraba el techo y solía tararearla a menudo, cuando se aburría o estaba nervioso. Sólo tarareaba porque cantaba muy mal.

Azherald volvió a tararear la canción esta vez más alto y los que se encontraban a su alrededor se pusieron a cantar también para asombro de éste. A la tercera vez todo el pasillo cantaba la canción pues también la conocían y así mataron el silencio.

Después de aquello había pasado tanto tiempo que algunos creyeron que habían logrado esquivar las rocas. Pasó un rato más y comenzaron a oírse gritos de alegría.

-¡Estamos salvados!-.

-¡Gracias a los dioses!-.

Entonces una gran sacudida los barrió a todos haciendo que se deslizaran por el suelo hasta el lado derecho del barco, el barco se inclinó y un sonido parecido al de una viga de metal doblándose recorrió la espina dorsal del barco seguido por otro similar al de una enorme ballesta al tensarse. La lámpara se cayó del techo y se rompió en el suelo dejándolo todo a oscuras. Lo que ocurrió después fue un caos, después de inclinarse el barco casi 45º hacia la derecha hizo otra vez lo mismo para la izquierda arrastrando a todo el mundo hacia ese lado. Después el barco volvió a su posición normal y el silencio volvió a reinar.

Nadie sabia lo que había pasado, había una gran confusión. Se oía el rumor de gente tosiendo y quejándose de sus heridas. Azherald había ido a parar dentro de un camarote y tenía la espada dolorida por el golpe, se levantó y con las manos intentó palpar la puerta puesto que no se veía nada. Ya en el pasillo se tropezó con alguien.

-¡Ay!-.

-¿Veyron eres tú?-.

-Sí, soy yo pedazo de imbécil-.

-Lo siento, no puedo ver por donde voy-.

-Entonces lo lógico sería ir con las manos por delante como todo el mundo-.

-Una cosa, no me llames imbécil-Azherald intentó darle una colleja a ciegas pero falló-.

-¿Qué ha pasado? ¿Por qué estamos a salvo?-.

-Vamos a la cubierta, el suspense me está matando-.

A trompicones lograron llegar hasta la escalera que lleva a la superficie, donde el almirante Irongrave esperaba con una linterna a abrir la tapadera.

-Habrá la puerta oficial- Dijo Irongrave refiriéndose al Primer Oficial, que tenía la llave-.

El oficial abrió la puerta bajo las exhortas miradas de los presentes y fue el primero en salir. Los demás esperaban ansiosos una respuesta de lo que había sucedido.

-¿Y bien?- Inquirió el almirante en un tono exageradamente alto.

-¡Está todo negro! - Respondió el oficial - ¡No veo nada!-.

Los demás no daban crédito a lo que decía ¿Cómo era posible que no se viera nada?-.

-¡Es muy extraño venid a ver esto!-.

De pronto todos los que estaban al pie de la escalera corrieron atropellándose unos a otros para llegar arriba.

El Almirante alzó la linterna e iluminó vagamente la escena. Se veía el barco, pero nada más.

-¡¿Dónde coño estamos?!- Preguntó el almirante.

Era un lugar muy extraño, no se oía ningún sonido y tampoco se veía nada más que el barco. Además no había viento. Todos miraban a su alrededor intentando comprender donde estaban.

-No hay viento- Dijo Azherald.

-Ni tampoco se oye nada- Añadió Veyron.

-Ni se ve nada- Añadió un desconocido.

-¿Estaremos en el infierno?- Preguntó un marinero.

-¡No seas imbécil Darbuck!- Exclamó Vayne.

La voz del almirante hizo eco y todos se dieron cuenta al instante. Entonces éste volvió a gritar esta vez con más fuerza y su voz retumbó en la oscuridad.

-¡Estamos en una cueva!- Gritó alguien-.

-¡Sí eso es, es una puta cueva!- Exclamó otro marinero y a él se unieron varios otros celebrando que todo tuviera una explicación razonable.

-Me pregunto si el Ingolstadt se metió aquí dentro- Dijo el Almirante.

Azherald se quedó pensativo un momento.

-No es una cueva, es un túnel- Afirmó con seguridad.

-¿Cómo lo sabes?- Preguntaron varios de los presentes a la vez.

-Mirad allí- Azherald señaló al frente, había una luz amarilla brillante al final.

Todos mostraron su asombro al ver que, efectivamente al final del camino entre la oscuridad había una luz muy brillante que se dilataba cada vez más y más. Por fin iban a ver lo que había al otro lado.
« Última modificación: 14 de Septiembre de 2008, 17:03 por Athelmar »


Athelmar

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Capítulo V: Aut Disce, Aut Discede


A medida que el Irongrave se acercaba a la salida del túnel se fueron apreciando detalles sobre lo que había al otro lado, la luz amarillenta se dividió en dos luces que parecían querer huir del barco alejándose de él, pues siempre se mantenían a la misma distancia.

Lo que había al final del túnel dejó boquiabiertos a todos, una gigantesca caverna se abrió ante sus ojos, era tan grande que les hizo sentir tan insignificantes como la propia torre y estaba tan sólo iluminada por unas luces que aunque muy numerosas no eran capaces de mostrar en todo su esplendor su sinuoso relieve dejando gran espacio para la oscuridad. Este juego de luces y sombras dotaba a la caverna de una gran solemnidad y un halo de misticismo propio de una catedral y el frío no hacía más que reforzar el ambiente de lugar sagrado que imperaba.

Al fondo se distinguía la ornamentada fachada de un edificio que parecería esculpida en la propia piedra de no ser porque era de color crema de un amarillo acentuado por el fuego de dos antorchas que brillaban a sus pies. No era nada grande comparada con el resto de la cueva pero formaba el centro de la escena y estaba profusamente decorada con columnas, arcos y multitud de otros ornamentos que la hacían parecer bastante sobrecargada. En esencia parecía un altar o una capilla.

A los pies de la fachada se extendía una ancha acera paralela a ella, estaba hecha del mismo material y apenas se levantaba dos metros por encima del nivel del agua. Se veían unas figuras negras sobre ella así que debía de haber gente allí, y aunque a priori uno no se fija en ello a la derecha se distinguía entre la oscuridad la silueta de un barco pequeño, debía de ser el Ingolstadt.

Nadie dijo nada durante un buen rato, si lo hacían era siempre en un susurro porque parecía que si uno alzaba la voz un sacerdote cabreado te miraría con mala cara y sólo la voz del almirante Vayne rompió el silencio cuando ordenó que todo el mundo volviera a sus puestos. El Irongrave giró a la derecha preparándose para atracar en aquel puerto, pero con la ausencia de viento el barco era realmente lento y uno no se quitaba la sensación de estar flotando en una bañera.

Ahora que estaban más cerca se veía que por encima de la ornamentada fachada no todo era roca, en la parte superior apenas se distinguía en la oscuridad un enorme muro vertical que debía ser parte de los cimientos de la torre. No era lo único que se veía desde allí, en la parte de arriba de la fachada estaba esculpida la imagen de una mujer vestida con túnica y una corona de flores que llamaba la atención por aparecer sentada en un trono, con una pequeña rueda sobre la que tenía apoyada su mano izquierda, esa rueda parecía ser una rueca y de ella brotaba un chorro de agua que iba a parar a un cántaro de piedra mas abajo.

El Irongrave maniobró para ponerse en paralelo con el Ingolstadt y atracar delante de éste. Desde la acera la tripulación del Ingolstadt ayudó en los amarres, los del Irongrave soltaron el ancla  y bajaron del barco por la pasarela para reunirse con sus compañeros.

-Que bien, al final hemos llegado- Dijo abatido Azherald.

-Creí que íbamos a morir allí dentro- Replicó Veyron sacudiéndose el pelo.

-Sabía que el puerto iba a estar oculto pero ¿Debajo de la isla? ¿Quien coño iba a saber eso?- Dijo el almirante Irongrave mientras se abrochaba las mangas, acababa de bajar del barco hacía un momento y ya se había cambiado y tenía la ropa seca-.

-Mirad, ahí llega otro barco- Azherald señaló con la cabeza a un barco que asomaba por un túnel diferente a el que ellos habían atravesado. Hasta ahora creían que sólo había un túnel, no se habían planteado que pudiese haber más-.

-Espero que todos encuentren la entrada-.

Azherald miró a su alrededor, además de los empapados marineros habían unos hombres que sostenían lámparas, más arriba sobre la escalinata que da a la entrada. Se ocultaban de arriba abajo con una gruesa capa de color verde que parecía servir muy bien de abrigo y no se movían en absoluto, aunque unos extraños hubiesen llegado de repente a su puerto no se habían acercado ni siquiera para pedirles que se vayan, simplemente permanecían allí, mirándoles fijamente.

-Creo que deberíamos presentarnos ante esa gente- Sugirió Azherald mirando hacia los misteriosos guardias verdes, de los que todavía nadie parecía haberse percatado.

Vayne miró donde Azherald le indicaba – Sí, tienes razón, no nos hemos presentado eso es muy descortés-.

Irongrave, Volengrad y Gabrandt se dispusieron en fila y subieron las escaleras que les separaban de los guardias, dirigiéndose hacia el que aguardaba en el centro, distanciado de los demás.

Cuando aún estaban a medio camino el guardián se dirigió a ellos con unas palabras que parecieron provenir de la propia caverna por su fuerza y su gran resonancia.

-Sed bienvenidos al Faro de Arienweld-.

Tras caminar el trecho que les quedaba, los tres comandantes se plantaron delante del guardián. Éste era casi tan alto como Azherald, era joven y no parecía ser muy corpulento, tenía el pelo negro y muy largo con dos extensos flecos que le caían a ambos lados de la cara por encima de una cinta roja y dorada que le rodeaba la cabeza a la altura de la frente. Quizás lo más destacable de su cara eran sus cejas, finas, definidas y ligeramente inclinadas que daban a su mirada un aspecto serio. Sus ojos eran brillantes, escrutadores, de un azul frío y se parecían mucho a los de Veyron por estar arqueados.

-Mi nombre es Vander Elric Solveig y soy el Guardián de la Torre-.

-Soy Azherald Gabrandt, magistrado de Rune-Midgard y comandante de ésta expedición- Azherald tendió su fría y empapada mano a Vander, quién pareció dudar durante un momento si estrechársela o no, Vander era un hombre frío en el trato humano y su imperturbable mirada era realmente desconcertante.

-Yo me llamo Veyron Volengrad, soy caballero de Rune-Midgard - Vander sólo le dedicó una mirada de reojo y no se dobló lo más mínimo para estrecharle la mano, permaneció firme como una estatua.

-Y yo soy el almirante Vayne Irongrave, de Schwartzwald- a Vayne ni siquiera le miró, no quitaba los ojos de Azherald y éste imitó el semblante de Vander, parecía que luchaban por decidir quién estaba por encima de quién.

Tras un breve silencio Vander dirigió su mirada hacia el barco con el que habían venido, sin girar la cabeza y sin hacer el más mínimo gesto.

-Veo que habéis tenido problemas para encontrar la entrada-.

-Sí, así ha sido- afirmó Azherald.

-No deberíais haberlos tenido, para entrar aquí tan sólo es necesario acercarse a las paredes de roca, un túnel del mismo tamaño que el barco debería abrirse ante ustedes. Recordad esto la próxima vez que vengáis-.

-Nunca nadie me dijo nada sobre esto- Dijo Vayne uniéndose a la conversación.

-Y no deberían. Ahora necesito que me prometáis una cosa, no debéis hablarle a nadie más sobre este lugar, ni de cómo llegar a él, tiene que ser un secreto. Hacédselo saber a la tripulación, y ahora, ¿Qué asuntos os traen a Arienweld?-.

-Quiero consultar al Oráculo sobre algo muy importante-.

-Debe de serlo, podéis reuniros con ella ahora mismo si queréis, aunque yo os recomendaría poneros ropas secas- Para sorpresa de Azherald, Vander esbozó una sonrisa dejando ver unos dientes blancos y casi perfectos, quizás no era tan hermético como parecía a primera vista.

Azherald y Veyron se miraron el uno al otro, los dos estaban empapados, quizás sí era buena idea lo de cambiarse de ropa, así que volvieron al barco.


Ahora que los tres tenían la ropa seca y estaban abrigados con capas Vander Elric les invitó a entrar en la torre bajo la luz de su lámpara, seguidos por otros tres guardias de capas verdes encapuchados (unas capuchas con forma de cono por cierto).

Tras pasar la hilera de columnas se adentraron en un pasillo que acababa en el pie de una escalera a la izquierda. El pasillo estaba hecho del mismo material que la entrada y estaba tan adornado como ésta. Luego comenzaron a subir por la escalera, iluminados únicamente por la lámpara de Vander pues las paredes estaban desnudas. Finalmente tras subir 20 o quizá 30 metros de escaleras estas terminaron y fueron a dar a un nivel superior de la caverna donde el camino excavado en la propia roca continuaba en espiral alrededor de la caverna hasta llegar arriba. A la izquierda tenían una tosca barandilla de piedra para no caerse al agua y si uno se asomaba podía ver los barcos atracados en el puerto.

-El faro de Arienweld fue construido por elfos en tiempos inmemoriales, Arienweld significa “La Fuente de Arien” literalmente, todo lo que ven es obra de ellos y ha permanecido así por miles de años- La voz de Elric volvió a hacer eco como la primera vez que la alzó- Lamentablemente ahora ya no hay elfos, aquí vive el Oráculo del Agua que es quién hace funcionar el faro-.

-¿Cuál es su función?- Preguntó Azherald intrigado.

-¿La función de quién?-.

-El faro ¿Qué es lo que hace?-.

-El faro-Vander se mantuvo en silencio durante un instante mientras le daba una patada a una piedra que había en el camino- sirve para regular el tiempo, desde aquí controlamos el clima del mundo entero-.

-Parece interesante-.

-Pero el faro no serviría de nada sin el favor de Frigg, diosa de los cielos y reina de los Aesir, toda la torre está consagrada a ella. Frigg es la que concede sus poderes al Oráculo del Agua, la cual es escogida de entre las mejores hechiceras del mundo-.

Cuando Vander terminó de hablar ya habían dado una vuelta completa a la caverna y se disponían a subir las oscuras escaleras otra vez para llegar al siguiente nivel y seguir subiendo.

-Además tenemos una enorme biblioteca - La voz de Vander ahora no hacía eco sino que emitía una ligera reverberación pues estaban todavía subiendo las escaleras - La más grande y antigua del mundo, tenemos libros que no se encuentran en ninguna otra parte, por eso esto es una escuela de eruditos.

-¿Escuela de eruditos?-.

-Sí. Aquí viene gente desde todas las partes del mundo para mejorar y perfeccionar sus habilidades de sage y scholar. Se convierten en aprendices del agua-.

Azherald miró al otro lado de la barandilla, estaba tan alto que desde allí los seis barcos que habían atracados en el puerto parecían cáscaras de nuez.

-¿Vander, eres profesor?-.

-Sí, lo soy aunque en realidad no se me permite estar aquí-.

-¿No se te permite estar aquí? ¿No eras el Guardián de la Torre?-.

-Me refiero a que la escuela de Arienweld es sólo para mujeres y conmigo hicieron una excepción-.

Azherald, Veyron y Vayne miraron los tres a la vez a los guardaespaldas que les seguían, llevaban la misma capa que el Guardián Vander y se cubrían con su capucha por lo que no se les veía la cara, tras estar un rato mirándoles finalmente comprendieron que eran mujeres y no hombres.

Tras dar tres vueltas más por fin llegaron al techo de la cueva y se pararon delante de un enorme portón ojival de madera oscura o ennegrecida con bordes y detalles hechos en un metal brillante. A pesar de que tenía algunos grabados en metal como salamandras o demonios carecía de picaporte, y de cerradura también, además no estaba en consonancia con lo demás que habían visto hasta ahora, aquella fachada tan ricamente ornamentada, las columnas con surcos en espiral… aquella puerta era simple y tosca, medieval e incluso algo tétrica. Parecía que algo atroz se ocultaba tras ella, alguna clase de criatura monstruosa.

-Sujeta esto- Dijo Vander mientras le daba su lámpara a Azherald, parecía que iba a sacar una llave.

Azherald estaba extrañado, hacía bastante tiempo que oía muy vagamente un rumor, al principio pensó que eran invenciones suyas o que tenía algo en el oído, por eso no dijo nada, pero delante de aquella puerta se dio cuenta de que no se lo había imaginado.

-Creo que he oído un acorde- Aquel sonido no era del mar, había gente cantando a cappella allí dentro, y debían de ser muchos porque se distinguían unos acordes ricos y variados- ¿Lo oís?-.

-Es verdad, yo también lo oigo, están cantando- Veyron demostró ser el segundo oído mas afinado.

-¿Qué decís? Yo no oigo nada- Vayne se limitó a mirarles con cara extrañada como queriendo decir “estáis todos locos”-.

-Ah ¿Eso? Debe de ser el coro, es extraño que se oiga desde aquí- Se limitó a decir Vander- Se reúnen dos veces… al día- Vander estaba concentrado mirando las palmas de sus manos, Dios sabe por qué.

Vander Elric apoyó sus manos sobre el portón y pronunció unas palabras:


Illic est haud obfirmo ianua pro scientia ¡AUT DISCE, AUT DISCEDE!


Su poderosa voz nuevamente llegó hasta los más remotos rincones de la caverna y una luz de color azul brotó de sus manos y se extendió hasta la puerta, formando un símbolo circular en ella que parecía una especie de sello mágico. Una corriente de aire salió del sello, agitando la capa de Vander y obligando a Vayne a sujetarse el sombrero, el guardián permaneció en esa postura hasta que un estruendoso sonido similar al que produciría un movimiento de tierra o mover una gran roca vino del portón y éste comenzó a vibrar de manera espectacular, parecía que la última vez que se abrió bien podría haber sido hace un siglo.

Todo aquel movimiento dio sus frutos y las comisuras de las puertas comenzaron a desprender luz y polvo. Finalmente se oyó un gran golpe como si alguien hubiera golpeado con un ariete el portón y roto la cerradura y las pesadas puertas comenzaron lentamente a abrirse ante sus ojos, sin que las bisagras dejaran de hacer ruido en ningún momento.

De pronto, el canto del coro comenzó a sonar cada vez con más fuerza y nitidez a medida que el viejo portón dejaba espacio para el silencio y ya se podía distinguir con claridad su mágica melodía.
« Última modificación: 11 de Septiembre de 2008, 09:47 por Athelmar »


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Capítulo VI: Balbuceos en la oscuridad


El coro puso banda sonora al memorable momento en que las entrañas de la torre fueron mostradas ante aquellos extraños. Si bien la puerta era sobria, tosca y algo tétrica lo que se escondía tras ella en nada se podía hallar semejanza, no tendría palabras para hacer justicia a toda aquella fastuosidad y belleza.

-¡Bienvenidos a Arienweld!- proclamó Vander con aquella voz tan ostentosa.

Ante ellos se extendía un largo pasillo donde el suelo se tornaba reluciente mármol y las altas paredes desprendían una luz clara y amarillenta como la fachada del puerto. Sus pasos en aquel suelo emitían un sonido seco y reberverante con aquellas botas tan duras que llevaban, aquello era como música para los oídos.

-Esto parece una enorme catedral- Comentó Azherald elevando la voz sin querer y por el sonoro eco que provocó casi se sintió obligado a pedir perdón.

-Bueno, toda la torre imita las formas de una catedral, las paredes van aumentando su altura a medida que se acercan a la nave central, este piso es bastante sobrio- Vander habló casi en un susurro.

Los tres aventureros no dejaban de girar la cabeza de un lado a otro contemplando las grandes estatuas de piedra oscura que adornaban el pasillo, Vander en cambio caminaba mirando siempre al frente sin prestar atención a lo que había a su alrededor.

Como Vander dijo, las paredes fueron ganando en altura con arcos cada vez más agudos hasta llegar a la impresionante nave central donde confluían cuatro caminos. Azherald y los demás no pudieron evitar expresar su asombro ante aquella obra que era tan descomunal como la Gran Caverna.

-¡Bienvenidos a la Cúpula de los Cuatro Elementos!- Esta vez Vander sí alzó la voz y abarco todo el espacio con los brazos mostrando su afinidad con aquel lugar mágico.

Azherald pensó que aquella cúpula era demasiado grande para estar en el primer piso, tanto que apenas se percató de que había más gente allí. Era tan grande que el estar allí era estructuralmente imposible, solo se podía entender que el faro siguiera en pie si se mantenía con el poder de la magia.

-El Oráculo del Agua nos aguarda en la Sala de los Espejos- Dijo Vander – En la última planta-.

-¿Y cómo vamos a llegar hasta allí?- Preguntó Irongrave – No pienso subir las escaleras-.

-Aquí no hay escaleras- Vander dio un matiz misterioso a sus palabras, preguntándose si sus invitados serían capaces de adivinar lo que quería decir – Seguidme-.

Azherald y los demás acompañaron a Vander al centro de la sala y se percataron de que por lo menos una docena de mujeres les contemplaban, con esas características capuchas picudas que parecían sacadas de un cuento de hadas. No debían de recibir visitas muy a menudo.

Vander estiró los brazos, se agachó ligeramente y apoyó las manos en el suelo provocando que se iluminase un sello circular en el mismo que envolvía a los cuatro. Azherald se dio cuenta de que ese símbolo ya estaba en relieve sobre el suelo, sólo que antes no emitía aquella luz azul.

-Este portal nos llevará a la Sala de los Espejos- Informó Vander, en realidad no hacía falta agacharse y hacer aquel ritual, sus compañeras lo sabían bien.

Azherald, que tenía un pie fuera del círculo, entró en él y miró hacia arriba contemplando las pinturas que adornaban la cúpula, en la que abundaban el dorado y colores muy vivos que representaban figuras que no conocía. Se preguntaba si no quedarían aplastados en el techo.

Entonces el sello emitió un sonido y se hundió levemente tornándose todo azul y transparente para los que se encontraban en su interior, después comenzó a ascender a una velocidad vertiginosa piso tras piso, si miraban hacia arriba podían ver cómo se acercaban peligrosamente a los techos de las distintas naves para luego traspasarlas como si nada, cada una con una decoración y forma diferente y cada una mas baja que la anterior. Finalmente llegaron a la última planta, donde se emitía la luz del faro, parando de golpe sobre el suelo como si nada.

Azherald, Veyron y Vayne se cayeron al suelo mareados, Vander tenía experiencia y había aprendido a no caerse en los ascensos.

Habían ido a parar a una sala mediana como las de las demás plantas pero ésta tenía un toque más intimista y se notaba en la decoración, de carácter místico, la pintura evocaba una noche estrellada. A diferencia de las demás salas ésta no estaba iluminada mágicamente, candeles y velas flotaban por la estancia creando luces y sombras. Además no poseía cúpula, ocupaban su lugar arcos y cruceros.

A un lado había una puerta grande y bastante sencilla, decorada con motivos florales en oro, como muchas otras puertas no tenía cerradura, bastó con que Vander se plantara frente a ella hasta que un ojo apareció de repente en medio de la puerta con perezosos párpados sobresaltando a los tres invitados.

-Soy yo, Vod. Ábrete por favor- Dijo Vander a la puerta.

-La contraseña- Inquirió la puerta con una voz acorde a su carácter, grave, perezosa y solemne.

-Ábrete ya de una vez, serás pesado- Respondió Vander de forma irrespetuosa.

Ni Vayne, ni Veyron ni Azherald se hubieran atrevido a faltarle el respeto a aquella puerta pero para su sorpresa ésta se abrió sin ninguna queja a la petición de su amo.

La sala que guardaba Vod era la Sala de los Espejos, ya nada más entrar uno no encontraba evidencias de por qué se llamaba así, no estaba llena de espejos pero verdaderamente era fastuosa. Era una sala muy amplia de forma octogonal, pues ocupaba una planta entera y todas sus paredes eran de cristal ya que aquello era el faro en sí. El suelo aunque parecía mármol emitía unos destellos más propios del oro y en cada esquina entre dos cristales una línea dorada los adhería creando la sensación de estar dentro de un candil.

Sobre sus cabezas se encontraba el corazón de la torre: una gigantesca bola de cristal flotando sobre la sala mágicamente con miles de lucecitas en su interior moviéndose de un lado a otro como luciérnagas. Aquello creaba la luz que llevaban viendo desde hacía ya varios días.

-Os estaba esperando- La voz de una mujer atravesó la sala con tanta fuerza y resonancia que les recordó a cuando Vander les dio la bienvenida en la caverna.

Azherald miró a su alrededor preguntándose de dónde venía aquella voz etérea, se dio cuenta de que al otro lado de la estancia en lo alto de una escalinata había una mujer sentada en un trono con forma de abanico y llamativos adornos dorados. Estaba demasiado lejos como para distinguir su cara y detrás suya un muro dorado con multitud de relieves y gravados llamaba poderosamente la atención hacia aquel lugar.

Vander condujo a sus invitados pasando por debajo de la gran bola de cristal y subiendo las escaleras hasta llegar a donde se encontraba el Oráculo del Agua.

-Mi señora- Vander hizo una reverencia y se retiró a un lado sin alejarse demasiado.

El Oráculo era una mujer entrada en años, Azherald calculó que debía tener más de 60 pero lo disimulaba bien, no se había encorvado por el paso del tiempo ni había perdido lucidez en la mirada. Sus ojos eran grandes y brillantes y sus párpados claros y firmes, su cuello, adornado por un collarín de oro era largo y esbelto, toda su figura emanaba de gran elegancia y evidenciaba su estatus.

Azherald tomó la palabra- Mi nombre es…-.

-Azherald Gabrandt- Le interrumpió el Oráculo – Sé bien quien eres y que buscas - Miró hacia Veyron- Y tu debes de ser Veyron Volengrad, ambos habéis venido en servicio de Tristán III para defender Niffelheim ¿No es así?-.

-¿Cómo sabéis todo eso sobre nosotros?- Preguntó Veyron-.

-Los dioses han depositado en mi un gran poder, al igual que ellos el mundo no tiene secretos para mí, las estrellas son mis ojos-.

Azherald miró hacia arriba y se preguntó si la luz del faro tenía algo que ver con los poderes del Oráculo.

-¿Y con esos ojos serías capaz de decirnos qué ocurre en Niffelheim? ¿Qué amenaza se cierne sobre ese reino?-.

-Me encantaría, pero por alguna extraña razón no soy capaz de ver dentro del continente- El Oráculo paró de hablar un momento y pestañeó de forma exagerada- Hay una espesa niebla que lo cubre todo y que no deja que mi luz la atraviese-.

-¿Qué es esa niebla? ¿Una estrategia del enemigo para que no podamos seguirles el paso?- A Gabrandt le impresionó cómo uno podía utilizar el cosmos a su favor.

-Puede ser, es la niebla que se conoce comúnmente como “Manto Negro”, una niebla mágica que nace de las entrañas de Hel, siempre ha estado ahí, lo extraño o inexplicable es lo mucho que se ha ido extendiendo durante estos últimos años, desde Hel hasta Niffelheim-.

-¿Por qué Hel y Niffelheim? ¿Acaso no es el mismo perro con distinto collar?-.

-Es increíble lo poco que sabéis sobre Niffelheim, bien os enseñaré un poco de geografía, el continente que vosotros conocéis como Niffelheim está compuesto por dos regiones o reinos si lo preferís así: Rune-Niffelheim y Helheim. El primero se extiende desde la costa hasta las montañas Jotunheim, al contrario de lo que piensa la gente Nifelheim no significa “Ciudad de los Muertos” sino “Hogar de la Niebla”, se llama así porque en la época en que Niffelheim fue conquistado por los humanos, éste se encontraba sumido permanentemente en el Manto Negro que en realidad proviene de Hel. Hel es un lugar indefinido, se sabe que está en algún lugar más allá de Jotunheim, pero nadie ha logrado llegar hasta allí jamás-.

Azherald no sabía nada de lo que le acababa de contar y se sintió estúpido, hizo un esfuerzo por retener toda la información y siguió preguntando.

-¿Qué es lo que hace que el Manto Negro se extienda?-.

-Buena pregunta, la leyenda dice que es la diosa Hela la que teje el manto, dicho manto impide que los Aesir puedan ver lo que ocurre en su reino ya que los rayos del Sol no llegan a alcanzar el suelo, si Hela quiere que algo permanezca oculto sólo tiene que extender su manto de la oscuridad sobre él-.

-¿A qué querría Hela mantener oculto?-.

Se quedaron en silencio durante un momento y finalmente el Oráculo tomó la palabra – A Su ejército-.

Todos se mostraron aterrados ante la idea de luchar contra un enemigo tan terrible ¿Qué podrían hacer unos pocos hombres contra toda una diosa?

-¿Es Hela nuestra enemiga?- Preguntó Veyron.

-Estoy segura de ello, la guerra entre Niffelheim y Helheim es constante, llevan guerreando desde que existe Rune-Niffelheim-.

-¿Por qué?- Nunca una pregunta pudo desencadenar tantas razones.

-Dullahans y humanos se odian a muerte-.
-Ah sí, conozco a los dullahans, vivían en Niffelheim antes de que llegáramos los humanos ¿No?- Azherald se alegró de poder aportar algo.

-Así es-.

En ese momento una muchacha entró en la sala a través de una puerta oculta en el muro de oro, llevaba una bandeja con una tetera y varias tazas.

-Ah Lenna, pasa querida. Caballeros les presento a Lenna Solveig, mi aprendiz-.

Lenna sonrió abiertamente e hizo una leve reverencia, tras lo cual dejó la bandeja en una mesa apartada de comedor.

-¿Ya conocéis a Vander?- Dijo Lenna viendo que él también estaba presente – Yo soy su hermana-.

Que eran hermanos era mas que evidente, ambos tenían muchos rasgos en común pero en Lenna adquirían un matiz distinto, mientras que Vander permanecía casi siempre serio ella hacía gala de una espléndida sonrisa. Los dos tenían el cabello negro como el azabache y muy largo solo que Vander se dejaba caer el flequillo a los lados y el de Lenna caía hasta la altura de los ojos ocultando la frente. Además Lenna tenía también las cejas de Vander: inclinadas, finas y muy definidas; que a primera vista podían parecer no muy femeninas por no estar arqueadas pero le daban elegancia y un aire realmente encantador. Otra cosa que compartían eran los ojos, pero no la mirada pues aunque los ojos de Lenna eran azules y brillantes como los de Vander su mirada no era como la suya, Lenna no miraba a la gente con indiferencia, a través de sus ojos uno percibía gran expresividad, su alma era como un libro abierto. Y se me olvida mencionar lo más característico en ella, que es su maravillosa sonrisa, siempre generosa y nunca forzada dejando ver unos dientes perfectos y tan blancos que deberían tener luz propia. En definitiva Lenna debía de ser una mujer muy bella pues dejó sin aliento a Vayne, Veyron y Azherald.

-¿Queréis una taza de té?- Preguntó Lenna con aquella encantadora sonrisa.

-Sí por favor- Respondió Azherald primero, luego le siguieron Veyron, Vayne y su hermano Vander, además de la Oráculo.

Una vez que todos estuvieron servidos Lenna se sirvió a ella también y la Oráculo continuó con la conversación – El general Gabrandt dirige un ejército de Prontera cuya misión es defender Rune-Niffelheim y han venido hasta Arienweld para conocer más información sobre el enemigo-.

Lenna asintió con la cabeza en señal de atención y luego se giró hacia Azherald para hacer una leve reverencia y dedicarle una sonrisa como hizo al entrar – He oído que están pasando cosas terribles en Niffelheim-.

-Y nosotros vamos a solucionarlo – Añadió Azherald simulando en la voz una gran determinación pero sobreactuando logrando así que suene divertido.

-¿Quieres decir con mucho acero y a base de espadazos no? ¿Vais a pegarles a los malos muy fuerte con vuestras enormes y pesadas lanzas y espadas hasta que se arrepientan de haber nacido no es así?-.

- Sí exactamente, eso haremos - Azherald le siguió el juego haciendo burla de si mismo y exagerando su brutalidad.

-Madre mía, y yo que creía que no me gustaba el te- Dijo Veyron después de dar el último sorbo a su taza.

-¿Te gusta? Lo he hecho yo misma-.

-Sí que esta bueno, pero a mi me sale mejor claramente- Dijo Azherald antes de beber de su taza intentando provocar a Lenna y esta le devolvió una mirada que simulaba enfado.

-Pues a ti no te doy mas- Lenna fue a por la tetera y sirvió a Veyron otra vez.

La Oráculo, a la que casi olvidan por completo interrumpió la tertulia que tanto parecía divertirle para hacer una petición-  Magistrado, -El único magistrado que había allí era Azherald, quien en ningún momento dijo serlo, pero como comprobó antes, la Oráculo lo sabe todo- voy a intentar ver a través del Manto Negro, puede ser peligroso pero hay que intentarlo-.

-¿Por qué es peligroso?- Pregunto Azherald.

-Por que podrían delatarnos y empezarían a seguirle la pista a usted- Azherald asintió con la cabeza en señal de aprobación, quizás no era una buena idea pero quería asumir el riesgo.

La Oráculo cerró los ojos y bajó la cabeza lentamente, su respiración se fue volviendo cada vez mas lenta y profunda, en su cara se podían notar ligeras expresiones que parecían indicar que estaba explorando algo.

-Veo… veo algo – Estaba tensa y hacía muecas muy extrañas, lo que veía no debía de gustarle mucho y se sentía presente físicamente en aquel lugar – Creo que estoy en medio de un bosque, los árboles son muy altos… esta todo muy oscuro – Todos escuchaban con mucha atención sus palabras -  al fondo hay una luz – La Oráculo movía la cabeza de un lado a otro como esquivando las ramas de los árboles- también oigo algo, parece el canto de una sirena.

-Ve hacia ella – Dijo Lenna no pudiendo aguantar el suspense por más tiempo.

-Voy… hacia ella – Obedeció la Dama del Agua pareciendo estar hipnotizada – He llegado al borde de un precipicio…delante mía hay una joven con un vestido blanco, de espaldas a mi- La Oráculo se ponía cada vez mas nerviosa, sudaba y le temblaba la voz, no se sabía si por el esfuerzo que estaba realizando o por temor a ser descubierta- al fondo del precipicio hay un lago… ella esta en un promontorio y canta mirando al lago… a la luz de la luna, su cuerpo esta muy pálido y brilla, parece un fantasma – En ese momento alzó ligeramente la cabeza como queriendo ver a aquella chica en lo alto – La joven ha dejado de cantar, ahora esta todo en silencio… se está girando lentamente- La Oráculo permaneció en silencio un buen rato.

-¿Qué es lo que ocurre?- Preguntó Lenna.

-Me ha visto… no me quita los ojos de encima – La Oráculo dejó escapar unas lágrimas por su mejilla.

-Mierda- Dejó escapar Vayne.

-Siento su dolor… tiene gran tristeza en la mirada – Comenzó a llorar muy emocionada, parecía estar dotada de gran empatía- Me dice algo pero no lo entiendo, es como un balbuceo onírico-.

-Intenta decirnos algo- Dijo Veyron que al igual que los demás estaba totalmente absorto.

De repente la Oráculo gritó de pánico y abrió los ojos de golpe, volviendo a la habitación, las lágrimas recorrían sus mejillas, respiraba de forma entrecortada y un dolor le oprimía el pecho como si hubiera despertado de una horrible pesadilla.

-¿Qué ha pasado?- Preguntó Azherald muy preocupado, la Oráculo no dejaba de mirar a un lado y a otro con los ojos como platos al igual que un niño buscando monstruos en la oscuridad de su habitación.

-He visto algo… algo horrible- Dijo esta sin haberse recuperado todavía.


Nuevo personaje:
-Lenna Solveig
« Última modificación: 11 de Septiembre de 2008, 09:53 por Athelmar »


_Alquir_

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Me gusto el cambio que hiciste de narrativa tipo teatro (dialogos) a tipo prosa (con guiones)

Y el uso que diste a als skills, tambien em gustó...

Eso me recuerda que hace un mes que no le ha avanzado nada a mi fanfic, apenas llevo 2 capitulos completos, y el tercero a medias...


@crossheart: sin mencionar que te echaste al menos un tema entero pensando en tu fanfic XDDD
comienza a escribirlo ya pues.... D=


retomando el tema...)



holaa...


acabo de leer tu fanfic, por lo visto va a tener un fuerte enfoque en la ciudad que tanto te ha marcado dentro del juego. el estilo de narracion por lo visto es bastante bueno (ahora se porke a crossheart no le gusto mi estilo de narracion al alternar a traves de los chapters el tipo de narrador, pero eso es otra historia)


me alegra saber que halla mas gente interesada en subir historias aqui, y juzgando lo que llevas puesto de momento, no cabe duda que atraera la atencion de los miembros del foro a leer.

leo lo que me queda de tus ultimos chapters y continuo el mio mientras preparas los sgtes.


saludos...




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Athelmar

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Gracias Alquir cuando pueda me leere el tuyo también, lo de cambiar de narrador puede ser muy buen recurso, yo también tengo pensado hacerlo en algunos capítulos no se que hay de malo en eso XD


_Alquir_

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es que dependiendo de que tipo de narrador uses al principio, puede mejorar o no al gusto del lector las cosas

basandome en la experiencia de crossheart, no necesite de mejor experimento que ese, hay gente que prefiere empezar a leer tanto con narraciones de 3era persona como en 1era persona. (lo cual de momento se aplica bastante bien en tu texto por los dialogos, por lo que no le veo razon para alterar nada)


creo que ese es mi fundamento para ir alternando narradores cada cierto tiempo.


aunke desde esa experiencia, no descarto el riesgo de ello..


saludos... =)


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Athelmar

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Muchos libros que he leído comienzan con un personaje principal hablando en primera persona y luego continúan en tercera, a mi si me parece que hayas hecho bien pero eso si, escribir en primera persona es complicado, hace falta mas habilidad que con el narrador omnisciente.

Hay que procurar que lo que narres en primera persona sea autoconclusivo, es decir, una historia dentro de una historia de otro modo el lector no entenderá el cambio y le parecerá caprichoso. También hay que intentar ser lo más subjetivo que puedas, pues eso es lo que mas le interesa al lector de la primera persona, que puede conocer cómo ve ese personaje el mundo y sus reflexiones.


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Capítulo VII: En la boca del lobo


-¿Qué es lo que has visto?- Volvió a insistir Azherald cada vez mas alterado.

-No estoy segura, durante un instante todo se volvió negro y la mirada de una escalofriante figura se clavó en mí, sus ojos… eran ovalados, casi redondos y rojos con pupilas grandes como platos. Sus ojos… brillaban y se agitaban con gran violencia. He visto fuego en ellos, un intenso odio que le hierve la sangre, ha sido horrible-.

-Tal como lo has descrito parecen los ojos de un lobo- Dijo Azherald.

-Conozco esos ojos, se tratan de los ojos del lobo Fenryr, pero no puede ser-.

-¿Fenryr no murió en el Ragnarok como Jormungand?-.

-Oh dios mío creo que se qué es lo que he visto- La Oráculo se sobresaltó, miró a Azherald y luego a Lenna, a la que pidió que se acercara, le susurró algo al oído y se fue corriendo.

-¿Qué ocurre?- Azherald no comprendía lo que estaba pasando.

-Hace demasiadas preguntas magistrado-.

Se mantuvieron en silencio unos minutos hasta que Lenna volvió con un montón de velas rojas que colocó formando un círculo alrededor de ellos con la ayuda de los caballeros, luego pidió que entraran en él mientras ella las encendía una a una.

-¿Para que son todas esas velas?- Preguntó el incansable Azherald una vez mas.

-Forman una nube mágica lo suficientemente densa como para que la percepción de un demonio no pueda atravesarla, dentro de este circulo podemos movernos sin ser vistos y hablar sin ser escuchados-.

-¿Crees que es un demonio?-.

-Sé que es un demonio, se trata de Kemyth, el más poderoso de los demonios, después del Ragnarok, Kemyth que había sobrevivido a la batalla arrancó los ojos al fallecido lobo Fenryr y se los puso a si mismo obteniendo su vista privilegiada, Fenryr además de un gran olfato poseía una visión cósmica y además era capaz de ver dentro del alma de las personas-.

La Oráculo continuó - Kemyth, después de sobrevivir al Ragnarok creó su propio imperio en Niffelheim y adivina quienes fueron sus siervos, los dullahan que llegaron a Niffelheim en aquella época y lo poblaron, porque los dullahan en realidad son demonios, tienen la apariencia de un ser humano robusto pero fueron creados por los Jotuns-.

-¿Y qué pasó después?-.

-Llegaron los Rune comandados por el legendario Lauriel Valdemar, por aquel entonces caballero del Rey de Rune que luego se convertiría en “El Señor Oscuro” de Glast Heim y tras una cruenta guerra logró matar a Kemyth y expulsar a los dullahan de lo que mas tarde se conocería como Rune Niffelheim-.

-¿Entonces Kemyth también esta muerto?-.

-Debería estarlo, pero parece que de alguna manera ha resurgido de sus cenizas, eso explicaría el Manto Negro de Hela, quiere ocultar al demonio que esta sembrando el caos en Niffelheim-.

-¿Cómo es que no se me ha hablado de ningún demonio cuando me asignaron esta misión?- Preguntó Veyron indignado.

-Probablemente nadie sepa que está libre, si yo fuera Kemyth trataría de ser sigiloso, actuar en la clandestinidad y no llamar la atención de poderosos enemigos-.

-¿Poderosos enemigos? ¿A quién podría temer un demonio?- Interrogó Azherald.

-Muy fácil, a la Orden de los Paladines Capitolinos, si se enteraran de que un demonio anda suelto no dudarían en proclamar la Guerra Santa contra él-.

-Entonces tenemos que pedirles ayuda de inmediato, sin ellos no podremos derrotar a Kemyth-.

-No es tan fácil, yo sé lo que he visto pero ellos necesitarán una prueba más sólida-.

-Entonces cuando lleguen a Nifelheim ya será demasiado tarde-.

-No si podemos evitarlo-.

-¿Derrotando nosotros solos a Kemyth? Mis hombres y yo no superamos los 500-.

-No, me refiero a que quizás Kemyth aún no esta libre. Si nadie se ha percatado de su presencia puede que sea porque se encuentra recluido en alguna parte y de alguna manera es capaz de verme a mí desde su prisión. No tiene sentido que actué con sigilo, con lo poderoso que es sería una perdida de tiempo para él-.

-Entonces eso también es posible- Azherald se llevo una mano a la barbilla, pensativo- Disculpa- Se agachó y se sentó en el suelo.

-¿Quieres una silla?- Preguntó la Oráculo.

-No hace falta, estoy bien así – Los demás se sentaron en el suelo como él.

La Oráculo continuó con sus cavilaciones – Si Kemyth aún está vivo eso quiere decir que Lauriel Valdemar no lo mató como dice la leyenda, puede que tan sólo alcanzara a sellarle en algún lugar, como Thanatos hizo con Satan Morroc. De hecho hay una leyenda que dice que tan sólo un dios puede derrotar a un demonio, hasta ahora Lauriel Valdemar era el único humano al que se le atribuía el mérito de haber acabado con un demonio pero parece que al final no fue así-.

-¿Es invencible? ¿¡Cómo vamos a derrotarle si es invencible!?- Exclamó Azherald.

-Si Kemyth se encuentra libre no habrá mas remedio que encontrar la forma de volver a sellarle, si no lo está hay que impedir que se libere-.

-¿Cómo se sella a un demonio?- Intervino Veyron.

-¡Yo sé como sellarlo!- Dijo de repente Lenna – Hay una manera – Lenna se sintió extraña al convertirse en el centro de atención – Según una teoría para sellar a un demonio primero hay buscar un portal a su dimensión, luego aturdirle e introducirle en él para luego cerrarlo. Después se utilizan sellos mágicos para que el demonio no pueda volver a utilizar el portal. Si Kemyth fue sellado en Nifelheim debería haber un portal allí hacia el mundo demoníaco-.

La Oráculo se quedó pensativa – Kemyth se encuentra sellado, estoy segura de ello. Si se hubiera liberado un portal demoníaco estaría ahora mismo abierto y de él saldrían criaturas que por su naturaleza ya deberían haber sido advertidas por los habitantes- Aquellas palabras hicieron que los demás suspiraran de alivio, un demonio invencible no andaba suelto por ahí – Sin embargo el hecho de que vea y sienta este mundo quiere decir que ya se ha librado de parte de los sellos y eso es algo que un demonio no puede hacer por sí mismo-.

-¿Insinúas que alguien quiere que Kemyth sea liberado?-.

-Deben de ser los seguidores de Hela, Kemyth restauraría su antiguo imperio de Nifelheim y los dominios de Hel se extenderían hasta su límite natural, más allá de las montañas de Jotunheim. Con el paso del tiempo se convertirían en una seria amenaza para la humanidad con un portal demoníaco abierto.

-No creo que tengamos mucho tiempo antes de que rompan el último sello-.

-Yo creo que sí, romper un sello mágico es un proceso largo y tedioso, deben de haber más de una docena y cada uno de ellos tiene un ritual propio que nadie conoce y el cual deben de descifrar mediante un mensaje críptico-.

-Entonces lo que tenemos que hacer es encontrar el portal e interrumpir el ritual-.

-Para derrotar al demonio vais a necesitar ayuda, no se ofenda magistrado pero este es un problema que el filo de su espada no puede resolver, por eso quiero que mi aprendiz, Lenna vaya con ustedes en este viaje y contribuya a su empresa con sus conocimientos – Giró la cabeza hacia su aprendiz – Si ella quiere claro.

Lenna se mostró un poco desconcertada al principio con la proposición de su maestra, pero luego consideró que era su responsabilidad hacer aquel viaje – Sí, me encantaría unirme al capitán Gabrandt y formar parte de esta aventura, sería un gran desafío para mí- Dijo Lenna con una amplia sonrisa.

Azherald miró a sus compañeros buscando su aprobación y luego miró a Lenna, se encogió de hombros como queriendo decir “¿por qué no?”.

Entonces la Oráculo se levantó de su trono – Caballeros, les ruego que pasen esta noche con nosotros, voy a necesitar un par de días para disipar esta terrible tormenta que he creado, para entonces podréis partir con el cielo despejado y el viento a favor. Ah, y una cosa… intentad no mencionar nada de lo que hemos hablado aquí fuera del círculo mágico, Kemyth nos observa.

Durante las horas siguientes Vander Solveig se ocupó de dar asilo a los agotados marineros viéndose estos recompensados con amplias habitaciones y camas blandas. Mientras tanto Azherald y los demás discutían animadamente en un pequeño salón sobre la estrategia a seguir y sobre cuestiones de logística intentando no mencionar nada acerca de Kemyth o el Manto Negro.

Aquella noche Azherald no durmió muy bien, puede que estuviera trastornado por tantos días de tormenta. En todo caso una incómoda sensación de irrealidad le atormentaba cada vez que abría los ojos a medianoche para luego comprobar que aquel lugar no le era familiar, que aquella no era su cama, que al fondo no había un pesado armario de roble cuyas bisagras hacían ruido al abrirse, que a su lado sus manos no encontrarían más que el frío tacto de las sábanas blancas y no a aquella mujer de cabellos dorados llamada Aylett.

“¿Qué demonios estoy haciendo aquí? ¿En dónde me he metido?” Divagaba una y otra vez esa idea en su cabeza, sin poder obtener respuesta alguna. Se preguntaba por qué había renunciado de esa forma a su mujer y a su hijo cuando lo más que deseaba en el mundo era estar con ellos, pensó que aún estaba a tiempo de dar la vuelta con un barco y dejar a Veyron al mando, “Azherald, eres un cobarde” se dijo a si mismo, se dio cuenta de que por muy peligrosa que fuera su misión era su deber llevarla a buen término, no iba a abandonar ni a Veyron ni a sus hombres a su suerte, Veyron estaba en la misma situación que él y aún así no dudaba ni un segundo en seguir con su aventura, lo que les unía era algo más que amistad, eran hermanos de sangre, jamás soportaría que le pasara nada malo a Veyron, esa era otra razón por la que quería ir a Rune Nifelheim, para cuidar de él.

Irremediablemente pensó en Athelmar, se preguntó qué sería de él en caso de que no consiguiese volver, “¿Cómo reaccionaría al ver mi cadáver?” Azherald se imaginó una escena en la que volvía a casa metido en un ataúd, en un carro escoltado por dos caballeros, Aylett y Athelmar estaban allí con los ojos abiertos como platos, uno de los caballeros desmontó, se quitó el casco y les miró a ambos, y no hicieron falta más palabras… Aylett se desplomó sobre sus rodillas y rompió a llorar de forma desgarradora mientras que Athelmar permanecía detrás suya inmóvil como una estatua. El caballero corrió a abrazar a Aylett intentando disipar su dolor pero era completamente inútil, mientras tanto Athelmar parecía vivir en otro mundo.

-¿Qué sucede mamá?- La voz de Athelmar reflejaba una gran angustia, no entendía o no quería comprender lo que estaba pasando.

-¿Dónde está papá?- Su voz estaba ahora más rota si cabe, el nudo en su garganta no le dejaba respirar.
Los gritos de su madre no cesaban y le inquietaban mucho, no quería oírlos más. Estaba blanco como un hueso y muy mareado, parecía a punto de desmayarse. Miró de reojo el ataúd durante una décima de segundo. Y luego se quedó con la mirada perdida en el infinito.

-¡¿Do… Dónde está papá?!- Gritó Athelmar teniendo para ello que desgarrarse la garganta porque era casi incapaz de hablar.

Azherald, en su condición de espectador en aquel horrible pensamiento contemplaba a Athelmar en primer plano, estaba en frente suya, veía su rostro infantil apesadumbrado por una inmensa tristeza, perseguía su mirada esquiva, que se plantaba en todas partes y en ninguna, veía su pecho subir y bajar de forma frenética, notaba su respiración entrecortada, podía sentir sus latidos…

-Estoy aquí…

Y una lágrima brotó de los ojos de su hijo…


_Alquir_

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mmm...


por lo visto cada vez mas las cosas van empeorando para Athelmar, sin mencionar el aire de tristeza alrededor suyo.


ya quiero ver como se las arreglaran para dar caza a Kemyth el grupo entero.


saludos..


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karlita bass

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me gusto mucho la forma en que describes en e primer post, pero los cruzas no tienen bowling bash :D

tu fic esdta genial